Homilías en el año litúrgico (BXVI)
“LA SABIDURÍA SE HA ACREDITADO POR SUS HIJOS” (Parte III, final)
Así,
las palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento son las mismas, dicen lo mismo
para distintas generaciones, y también a nosotros nos parece que esta historia
sigue abierta en nuestras manos. Esta es la gran esperanza que nos arrojan los
textos de la liturgia de hoy.
Al
final del Evangelio, después de la tristeza de las personas de tantas
generaciones y del peligro de que esas generaciones pudiesen decir no, aparece
una palabra de alegría: una promesa victoriosa. El Señor dice que, a pesar de
todo, “la sabiduría fue reconocida por sus obras” (Mt 11,19). Cuando escuchamos
esto, nos preguntamos: ¿es cierto que Dios es sabio? ¿Podemos decir que Dios es
la sabiduría, que Cristo, que ha sufrido la cruz, es la sabiduría? En verdad,
por medio de su victoria el Señor ha dejado en herencia el germen de la nueva
vida para su pueblo y para el mundo, una levadura que transformará todo. Y ha
fundado de este modo una nueva manera de vivir la fe.
La
Jerusalén terrenal ha sido destruida, pero de la cruz de Cristo surge una nueva
Jerusalén, una nueva ciudad esparcida por todo el mundo, en las pequeñas y
también en las grandes comunidades de los creyentes. Alentada por la fe, crece
una nueva ciudad, una imagen de la futura Jerusalén.
“Y
la sabiduría fue reconocida por sus obras”. Nacen las primeras comunidades
cristianas, una nueva humanidad, el amor a los que sufren y a los pobres, que
no había existido en el mundo, una luz de verdad que ilumina las sendas de la
humanidad, transforma el mundo y a pesar de todo vence sobre lo malo.
Ya
hemos hablado del camino de las lámparas ardientes, un camino de luz que se
extiende cada vez más en la historia. Así se fundó una nueva ciudad, una nueva
vida. En el Apocalipsis se dice: “Vi una muchedumbre inmensa con vestiduras
blancas” (Ap 7,9). Son aquellos “que vienen de la gran tribulación” (Ap 7,14) y
que representan la nueva humanidad. “La sabiduría se ha acreditado”. Dios es
sabio, a pesar de estas derrotas crece la humanidad, crece el don del amor, de
la fe y de la esperanza que Cristo nos ha regalado.
San
Lucas nos transmite otra variante de estas palabras cuando dice: la sabiduría
fue reconocida “por todos sus hijos” (Lc 7,35), los hijos de Cristo, sus
hermanos. Esto comienza con los primeros mártires y llega hasta los grandes
testigos de la fe de hoy, todos ellos reconocen a Cristo, la verdadera
sabiduría divina. Así, el texto nos invita a ser hijos de la sabiduría y hacer
obras de la sabiduría para transformar el mundo.
Finalmente,
los textos aparecen en la liturgia de un modo muy concreto. el texto del salmo
81 dice: “Si hubieses escuchado mis mandatos te sustentaría con miel y con flor
de trigo”. El señor nos alimenta con flor de trigo, consigo mismo, nos da este
pan, en la pequeña cantidad de trigo se entrega a sí mismo. Se entrega en
nuestras manos, en nuestro corazón.
Pidámosle
al Señor que nos ilumine, que nos conceda escucharlo y poner en práctica su
palabra. Y de este modo llegar a ser sus hijos, a hacer sus obras, obras de la
sabiduría divina.
Fuente: Benedicto XVI, El camino de la
vida. Homilías en el año litúrgico. Barcelona, 2019
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