martes, 22 de octubre de 2024
lunes, 9 de septiembre de 2024
sábado, 27 de julio de 2024
domingo, 30 de junio de 2024
sábado, 8 de junio de 2024
lunes, 6 de mayo de 2024
CURSO DE LITURGIA
Cuarenta
días antes del Domingo de Ramos empieza el tiempo de Cuaresma que la Iglesia
instituye para prepararnos a celebrar los misterios de la Pasión. Desde fines
del siglo II ya existe en la Iglesia un periodo de preparación a la Pascua,
observado con días de ayuno y penitencia.
Este
ayuno de cuarenta días se observaba desde la sexta semana antes de Pascua, pero
habiendo por medio seis domingos (días siempre festivos y nunca penitenciales)
y para completar el número simbólico de cuarenta días de penitencia (cuarenta
años fue la peregrinación del pueblo de Israel en el desierto, cuarenta horas
permaneció Jesús muerto, cuarenta días duró el diluvio, cuarenta días estuvo
Moisés en el Sinaí), se amplió al miércoles anterior.
Más
tarde se añadieron otros domingos de preparación a la Cuaresma (Quincuagésima,
Sexagésima y Septuagésima, hoy suprimidos). Era en Cuaresma la época en que los
catecúmenos que se iban a bautizar en la Vigilia Pascual se preparaban
intensamente para recibir el Sacramento. También, el Miércoles de Ceniza, eran separados públicamente de la
Asamblea los pecadores, imponiéndoseles la ceniza y obligándoseles a la
penitencia pública, generalizando la costumbre de la imposición de la ceniza a
todos los fieles el papa Urbano II en el sínodo de Benevento del año 1.001. La
Constitución litúrgica (SC 109) recuerda el carácter bautismal y penitencial de
la Cuaresma. Es la época del “convertíos y creed
en el Evangelio” (Mc 1,15).
Abarca
pues, desde el Miércoles de Ceniza hasta el Triduo pascual. El cómputo
matemático total en la actualidad suma cuarenta y cuatro días, incluidos el
Miércoles de Ceniza y el Jueves Santo. Dentro de la Cuaresma entran las
siguientes fiestas:
Ø Solemnidad
de San José, el diecinueve de marzo,
Ø La
Anunciación del Señor, el veinticinco de marzo.
La
SC nos recuerda el doble carácter de la Cuaresma: penitencial y bautismal.
Insiste en la escucha asidua de la Palabra y en la dedicación a la oración.
Teológicamente, el protagonista de la Cuaresma es Cristo (se retira al desierto
a orar, se encuentra con la samaritana y la salva, cura al ciego, etc.). Él es
el dueño de la historia y avanza hacia la Pascua sembrando la Salvación.
La
trilogía cuaresmal que la Iglesia nos propone consiste en limosna, oración y ayuno.
En
cuanto a normas litúrgicas y orientaciones pastorales propias de este tiempo,
podemos apuntar algunas:
Ø En
general, en el tiempo cuaresmal se debe buscar la mayor austeridad posible,
tanto para el altar como para los demás lugares y elementos celebrativos.
Ø El
contraste entre esta austeridad cuaresmal y las maneras festivas que se
ofrecerán al llegar la Pascua (Pascua = paso) ayudarán a captar este concepto
de “paso”.
Ø En
este tiempo hay que suprimir las flores, la música instrumental (salvo si es
imprescindible para acompañar el canto) y los adornos.
Ø Una
celebración comunitaria de la Penitencia es muy recomendable, con confesión
personal como preparación inmediata al Triduo Pascual, así como el ejercicio
del Vía Crucis.
Ø En
la Misa siempre se omite el Aleluya.
Ø Se
dicen los prefacios de Cuaresma (excepto las fiestas que los tengan propios)
Ø Los
domingos se omite el Gloria.
Ø Antes
del Evangelio, en lugar del Aleluya se puede hacer una aclamación a Cristo.
Ø El
acto penitencial de la Misa debe destacarse.
Ø El
Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo hay que guardar ayuno y abstenerse de
comer carne. El ayuno consiste en hacer una sola comida al día, no estando
prohibido tomar algo de alimento a la mañana y a la noche.
Ø Los
viernes de Cuaresma (y todos los del año) son días penitenciales de
abstinencia. Ésta puede ser sustituida por alguna práctica religiosa: lectura
de la Sagrada Escritura, limosna penitencial, obras de caridad o piedad, etc.
Ø En
el Miércoles de Ceniza, la imposición de la ceniza debe hacerse después del
Evangelio y la homilía. Por ese motivo, en la Misa de ese día se omite el acto
penitencial. Es recomendable que el sacerdote presidente se imponga a sí mismo
la ceniza o que alguno de los fieles se adelante a imponérsela: debe dar
ejemplo de que, como signo visible de Cristo en la comunidad, se incorpora
también a su camino de Pascua.
Ø El
sexto domingo de Cuaresma se llama domingo en la Pasión del Señor o de Ramos
(antes de la reforma litúrgica se conocía por el nombre de Domingo de Pasión al
anterior a Ramos)
Ø Las
vestiduras son, como en Adviento, moradas.
Resumiendo;
en Cuaresma se debe buscar la mayor austeridad posible como tiempo penitencial
propio, tanto en el exorno de los altares como en los demás elementos
celebrativos, suprimiendo flores y cánticos. En la antigua liturgia hispánica,
en este tiempo se cubría el altar con un paño de saco. Se omite siempre el
“Aleluya” y está mandado suprimir los adornos y las flores, excepto el domingo
IV llamado de Laetare por su Introito (ese domingo se pueden usarlos ornamentos
rosas), omitiéndose los domingos el “Gloria”. Es tiempo adecuado para realizar
celebraciones comunitarias de la Penitencia. El ayuno está limitado al
Miércoles de Ceniza y al viernes Santo, y la abstinencia de carne, además de
estos dos días, todos los viernes del año, no sólo los cuaresmales, pues el CDC
no hace distinción alguna entre unos viertes u otros (CDC 1.250 y siguientes).
No obstante, el ayuno y la abstinencia pueden ser sustituidos por otra práctica
penitencial, como obras de caridad (visita a enfermos o atribulados) o piedad
(participación en la Santa Misa, rezo del Rosario, etc.), limosnas, lectura de
la Sagrada Escritura, etc. (artículo 13.2 del Decreto General de la Conferencia
Episcopal Española sobre las Normas Complementarias al Nuevo Código de Derecho
Canónico, de 26.11.1983)
Fuente: (Cf) Curso de Liturgia. (Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
lunes, 29 de abril de 2024
CURSO DE LITURGIA
Un
apartado de la religiosidad popular muy querido por las Hermandades y cofradías
son las procesiones. La procesión es una expresión cultual de carácter
universal en la cual la piedad popular y la liturgia establecen una relación
muy peculiar. Las procesiones son manifestaciones de la fe y piedad populares
con grandes connotaciones culturales y que despiertan el sentimiento religioso
de los fieles, tal como las define el Directorio sobre la piedad popular y la
liturgia.
Hay
procesiones litúrgicas que se celebran durante el desarrollo de la Eucaristía y
son necesarias para el desarrollo de la misma acción litúrgica: la procesión de
entrada del ministro y los celebrantes, que puede solemnizare entrando los
celebrantes desde el fondo de la nave; la procesión hacia el ambón del diácono
o presbítero para proclamar el Evangelio; la procesión para presentar las
ofrendas; el momento de recibir la comunión, que también se considera procesión
de los fieles. Además, hay procesiones litúrgicas con motivo de ciertas
festividades: la del 2 de febrero (Candelaria), que conmemora la Presentación
del Señor en el Templo; la del Domingo de Ramos (palmas), que conmemora la
entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén; las de la Vigilia Pascual con el rito
del Lucernario. Otras, tienen carácter votivo, como la del Corpus o las
rogativas.
Fue
en la Edad Media cuando la piedad popular amplió el número de procesiones
votivas que alcanzaron su punto álgido durante la época barroca, tanto para
honrar a los santos como para meditar los aspectos de la Pasión. Los riesgos
que tienen se refieren a que estas manifestaciones prevalezcan sobre los
sacramentos, que quedarían relegados a un segundo plano o a considerar la
procesión como el acto culminante de la Liturgia, lo cual puede degenerar en
convertir la procesión en mero espectáculo o acto folclórico cultural. Para
evitar esa mala interpretación se impone una catequesis adecuada sobre el
sentido de las procesiones en un triple sentido:
v teológico, como sentido de pueblo de Dios en
marcha, en el camino de la Jerusalén celeste;
v litúrgico, procurando que haya
representación eclesiástica en la presidencia y con oraciones al inicio y al
terminar, portando velas los asistentes;
v antropológico, poniendo de
manifiesto el significado de procesión como camino que se hace juntos,
participando en el mismo clima de oración.
Fuente: (Cf) Curso de Liturgia.
(Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
domingo, 28 de abril de 2024
lunes, 22 de abril de 2024
CURSO DE LITURGIA
Los
Ministerios Laicales que hoy día pueden instituirse han quedado reducidos a
dos: Lectorado y Acolitado. Etimológicamente, la palabra acólito procede
del griego y significa compañero, derivada a su vez de la voz camino, en
referencia al camino que se recorren en compañía. La figura del acólito está
recogida desde tiempos pretéritos en los rituales celebrativos de la Iglesia,
no en vano hay documentos del siglo XVI en los cuales se hace ya referencia a
su figura, funciones y atuendo.
Mediante
el motu proprio Ministeria Quaedam (15-VIII-72), el Papa Pablo VI
suprimió el subdiaconado y las cuatro órdenes menores (Ostiariado, Lectorado,
Exorcistado y Acolitado), estableciendo en su lugar los ministerios antes
citados de Lectorado y Acolitado. Se establece así una frontera clara y diáfana
entre ministerios ordenados (que se confieren mediante la imposición de manos)
y los demás ministerios, que pueden ser instituidos o simplemente confiados a
los laicos, de manera estable u ocasional (caso típico del que sale a leer o
decir las preces en una ceremonia concreta).
Centrándonos
en los ministerios laicales instituidos diremos que se instituyen en una
ceremonia litúrgica que establece a un varón como lector, salmista o al
servicio del altar como ayudante del sacerdote, como ministro extraordinario de
la Comunión y de la Exposición del Santísimo. Esta institución la hace el
obispo o superior de una Orden religiosa, generalmente dentro de la Misa. Al
lector se le hace entrega de una Biblia y al acólito de patena con pan y cáliz
con vino, simbolizando su función.
Las
funciones del Lector son:
v Proclamación
de la palabra, excepto el Evangelio.
v Salmista
v Director
de canto o coro
v Intencionista
en la Oración de los fieles
v Monitor
o comentador o guía
v Catequista
litúrgico
v Instructor
de lectores ocasionales
Fuente: (Cf) Curso de Liturgia.
(Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
miércoles, 17 de abril de 2024
TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN
Era lógico esperar que nuestro Señor, una vez resucitado, se apareciera al
mayor número posible de personas, y sobre todo, a los que lo habían crucificado.
Sin embargo, la historia nos muestra que hizo todo lo contrario: se manifestó
tan solo a algunos testigos escogidos, y especialmente a sus discípulos más
cercanos. Es lo que el mismo san Pedro reconoce cuando declara: “Dios lo
resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los
testigos que Él había designado: a nosotros, que comimos y bebimos con Él después
de su resurrección”.
Esto, a primera vista, nos parece extraño. En efecto, solemos hacernos de
la resurrección una idea bien diferente, a representárnosla como una manifestación
esplendorosa y visible de la gloria de Cristo … ¿Por qué se presentó tan solo a
los testigos que él había designado? Porque era el medio más eficaz de
propagar la fe al mundo entero … ¿Cuál hubiera sido el fruto de una
manifestación pública que se impone a todos? Este nuevo milagro habría dejado a
la muchedumbre tal cual Él la había encontrado, sin ningún cambio eficaz. Sus antiguos
milagros no habían convencido a todo el mundo … Cristo se aparece para suscitar
testigos de la resurrección, ministros de la Palabra, fundadores de Su Iglesia.
San John Henry Newman
Nace en Londres; convertido del
anglicanismo, fue presbítero, cardenal y fundador de una comunidad religiosa (1801-
1890).
Fuente: Magnificat, abril 2024
martes, 16 de abril de 2024
"TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO"
“TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO”. En el misterio pascual del Señor se pone en
evidencia que los pensamientos de Dios no son los del hombre: si la lógica del
pecado conduce a la muerte, será la muerte por amor la que conduzca a la vida. Este
“tanto” del amor, vivido en la pasión “hasta el extremo”, fue donado para que
los hombres lo pudieran compartir en comunión “como” el Padre y el Hijo.
Fuente: Magnificat, abril 2024
lunes, 15 de abril de 2024
CURSO DE LITURGIA
El
sacristán debe conocer los horarios de las misas y dar las campanadas a tiempo:
la primera, media hora antes; la segunda, un cuarto de hora; y la última, a la
hora de empezar.
Procurará
que estén todas las cosas necesarias acomodadas en su sitio, cepilladas,
limpias y listas para usarse, en cantidad suficiente (albas, estolas, casulla,
cíngulos, etc.)
Si
falta algo, lo consigue, o avisa a tiempo para que se prevea (hostias, vino,
agua). Sobre todo, tiene aseado el presbiterio y presentables el altar y el
ambón.
Se
encarga del ambiente agradable: música ambiental, adorno, aseo, luz,
ventilación, temperatura, sonido.
Tiene
que consultar el calendario litúrgico para ver las características del día
(categoría de fiesta, color, tiempo, elementos). Consulta las tablas de
precedencias, conoce el calendario y la tabla de fiestas movibles. Prepara las
lecturas del día y abre el Leccionario por la página oportuna.
Avisa
cuándo hay nuevas vestiduras u objetos para la bendición.
Hace
genuflexión hasta tocar con la rodilla el suelo al pasar frente al Santísimo;
hace reverencia profunda al altar siempre que pase delante de él.
Procura
que haya una lámpara encendida ante el Santísimo. Cerca del Sagrario debe haber
un vasito con agua para purificarse los dedos y un purificador.
Conoce
si la Misa se aplica por algún difunto y pone el aviso oportuno para el
celebrante.
El sacristán no tiene por qué ser sacerdote o religioso consagrado; puede ser laico y estar casado.
Fuentes:
(Cf) Curso de Liturgia.
(Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
El Debate (https://www.eldebate.com/religion/iglesia/20230127/queacristan_89259.html, 7.4.2024)
domingo, 14 de abril de 2024
Tercer domingo de Pascua
¡Soy yo en persona! Tocadme
¿Cómo es que el cuerpo del Señor, después de resucitado, siguió siendo un
cuerpo verdadero cuando pudo entrar donde estaban los discípulos a pesar de
estar cerradas las puertas? … Porque este cuerpo del Señor que iba al encuentro
de los discípulos a pesar de estar cerradas las puertas es el mismo que, por su
natividad, se hizo visible a los hombres cuando salió del seno también cerrado
de la Virgen. No debemos extrañarnos de que nuestro Redentor, después de
resucitar para vivir para siempre, entrara a pesar de estar cerradas las
puertas, puesto que, habiendo venido a este mundo para morir, salió del seno de
la Virgen sin abrirlo…
Ahora bien, lo que se toca necesariamente se corrompe y lo que no se corrompe
no puede ser tocado. Pero de una manera maravillosa e incomprensible, nuestro
Redentor nos hizo el don de ver, después de su resurrección, un cuerpo
incorruptible y, al mismo tiempo, palpable. Mostrándolo incorruptible, nos
invitaba a la recompensa; dejándonoslo a tocar, nos confirmaba en la fe. Así pues,
se hizo ver al mismo tiempo incorruptible y palpable, para mejor manifestar que
después de su resurrección su cuerpo seguía siendo de la misma naturaleza, pero
que estaba elevado a una gloria del todo diferente.
San Gregorio Magno
Nació en Roma; prefecto de su ciudad y
después monje, fue Papa desde el año 590. Es doctor de la Iglesia (540-604)
Fuente: Magnificat, abril 2024
sábado, 13 de abril de 2024
ORAR CON EL ROSARIO
SUGERENCIAS DE SAN JUAN
PABLO II PARA ORAR CON EL ROSARIO
Juan
Pablo II, en su Carta Apostólica “El Rosario de la virgen María”, nos invita a
fijar nuestra atención en estos puntos:
Ø INICIO
Conviene,
después de hacer la señal de la Cruz, iniciar el rezo del Rosario con alguna
oración, jaculatoria o salmo que “disponga el ánimo para la contemplación”. Sugeriremos
a modo de ejemplo algunas oraciones extraídas de la liturgia que nos pueden
ayudar a entrar en la temática de los distintos misterios de cada día. Nos sirven
para rescatar así esos pasajes que, quizás a veces, nos pasan desapercibidos, y
que contienen una gran riqueza.
Ø ENUNCIAR
LOS MISTERIOS QUE VAMOS A CONTEMPLAR
“Es
como abrir un escenario en el cual concentrar la atención. Las palabras
conducen la imaginación y el espíritu a aquel determinado episodio de la vida
de Cristo”.
Leer el pasaje del Evangelio
correspondiente al misterio enunciado.
“La palabra de Dios debe ser
escuchada con la certeza de que es pronunciada por Dios para hoy y para mí”.
Ø UN
MOMENTO DE SILENCIO
Hacer
un momento de silencio después de escuchar el pasaje evangélico, para realizar
una pequeña reflexión.
“La
escucha y la meditación alimentan el silencio. Es conveniente esperar unos
momentos antes de iniciar la oración vocal para fijar la atención sobre el
misterio meditado”.
Ø ENTENDER
Entender
el sentido del rezo de las oraciones vocales.
En
el Padrenuestro “Jesús nos lleva siempre al Padre, al cual se dirige continuamente,
porque descansa en su seno. Él nos quiere introducir en la intimidad del Padre
para que digamos con Él: Abba, Pater”.
Las
diez Avemarías “…nos acercan a la complacencia de Dios: es júbilo, asombro,
reconocimiento del milagro más grande de la historia. Es el cumplimiento de la
profecía de María: desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada”.
Rezando
el Gloria descubrimos que “Cristo es el camino que nos conduce al Padre en el
Espíritu. Si recorremos este camino hasta el final nos encontramos
continuamente ante el misterio de las tres personas divinas que se han de adorar,
alabar y agradecer”.
Ø FINAL
DE CADA MISTERIO
Terminar
cada misterio rezando una oración, salmo o jaculatoria, que podemos variar
según nos dicte el tiempo litúrgico o nuestra devoción personal. Sugeriremos algunas
a modo de ejemplo.
“Parece
oportuno señalar que la contemplación de los misterios puede expresar mejor toda
su fecundidad, si se procura que cada misterio concluya con una oración
dirigida a alcanzar los frutos específicos de la meditación del misterio
llegando, de este modo, a imitar lo que contienen y a conseguir lo que prometen”.
Ø REZAR
LAS LETANÍAS
Finalmente,
“¿cómo asombrarnos si al final de esta oración, en la cual se ha experimentado
íntimamente la maternidad de María, el espíritu siente necesidad de dedicar una
alabanza a la Santísima Virgen, bien con la espléndida oración de la Salve,
bien con las letanías lauretanas?
Ø ENCOMENDAR
Encomendar
en el Rosario las intenciones del Papa, de la Iglesia Universal y local, la paz
del mundo, la unión de las familias, y tantas otras intenciones que podemos
poner en manos de María
En
el Rosario contemplamos escenas, gestos de Jesús, imágenes de su vida. Eso nos
llena de afectos y buenos deseos. Es hora de ordenarlos y guardarlos en nuestro
corazón, como hacía la Virgen. Ponderarlos y convertirlos en propósitos
concretos, pidiendo ayuda al Señor para ponerlos por obra.
Y
si alguna palabra o frase del Evangelio nos toca el corazón, podemos “llevarla”
a casa y nos ayudará a tener presencia de Dios durante el resto del día.
Fuente:
Orar con el Rosario. Cristina González Alba. Bilbao, 2005
lunes, 8 de abril de 2024
CURSO DE LITURGIA
Con
el domingo de Pascua, domingo sobre el que gira todo el año litúrgico del cual
es su raíz, se comienza uno de los tiempos litúrgicos fuertes: el tiempo
pascual, cuya característica es la alegría. Abarca los cincuenta días posteriores
a Pascua de Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el domingo pascual,
y se distinguen tres periodos:
v OCTAVA DE PASCUA. Son los ocho días posteriores y deben considerarse como un sólo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de Pascua, también llamado domingo “in albis” porque era cuando los catecúmenos que se habían bautizado la Vigilia pascual, deponían las vestiduras blancas que habían llevado toda la octava.
v TIEMPO PASCUAL HASTA LA ASCENSIÓN.
v TIEMPO PASCUAL DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN.
En
este tiempo celebramos:
-
La Ascensión del
Señor. A los cuarenta días de Pascua, hoy pasada al
domingo VII de Pascua.
- Pentecostés:
Se celebra a los cincuenta días de Pascua, en el domingo VIII después de
Resurrección. Su octava ha sido suprimida. Es el colofón del ciclo pascual, no
una nueva Pascua.
Los
judíos ya celebraban la fiesta de la cincuentena para conmemorar la Alianza de
Dios con su pueblo en el Sinaí. La Iglesia, en el Concilio de Nicea reunido el
año 325, dispuso que la Pascua se celebrase el domingo que hubiese tras el
primer plenilunio del equinoccio de primavera o, dicho de otra manera, el
domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del 22 de marzo. Por
este motivo, la Pascua de Resurrección (la Pascua Florida, que es como se la
llama en España), es fiesta variable, pues depende de la luna y necesariamente
deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. En cierto modo, se puede
decir que así se unen los dos calendarios: el lunar (de tradición hebrea) y el
solar.
En
la cincuentena pascual, que debe considerarse como una única solemnidad,
siempre debe haber signos festivos en el altar y en la iglesia (flores, luces,
música). El cirio pascual debe encenderse a diario para subrayar la unidad de
la cincuentena pascual y vuelve el Gloria. Duratne este periodo de la
cincuentena, en las lecturas se omiten las del Antiguo Testamento, para dar a
entender que estamos en un tiempo nuevo, leyéndose los Hechos de los Apóstoles,
el Apocalipsis, las Cartas de san Juan y san Pedro. En las evangélicas, se lee
el de san Juan y las apariciones del Resucitado, según el evangelista del año.
La cincuentena pascual es el tiempo fuerte por excelencia del año litúrgico y la alegría debe ser la nota dominante. Es tiempo de frecuentar los sacramentos y de llevar la Eucaristía procesionalmente a los enfermos. El Código de Derecho Canónico obliga a comulgar al menos una vez al año y este precepto debe cumplirse en tiempo pascual, salvo que por causa justa, se haga en otro tiempo (CDC 920). También es precepto confesar los pecados graves al menos una vez al año, aunque no necesariamente en tiempo pascual. Las vestiduras de los ministros son blancas.
Fuente: (Cf) Curso de Liturgia.
(Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
lunes, 1 de abril de 2024
OCTAVA DE PASCUA
Hace mucho tiempo que la Iglesia se dio cuenta de que necesitamos algo más
que un día para contemplar los sublimes misterios celebrados en las principales
fiestas de nuestra fe, misterios como el Nacimiento Virginal y la tumba vacía.
Debemos tener tiempo para reflexionar y experimentar en nuestro corazón lo que
Dios está revelando en estos días santos.
Como resultado, hace siglos la Iglesia comenzó la costumbre de prolongar la celebración de ciertas fiestas importantes a lo largo de ocho días. La fiesta en sí es el primer día de la octava, y el octavo día se llama día de la octava. Así, el término octava puede referirse tanto al octavo día únicamente como a todo el período de ocho días en su conjunto.
Así, el Domingo de Resurrección comienza el tiempo pascual y, según algunos autores, la Octava de Pascua es la primera semana de la Cincuentena, que se considera como si fuera un solo día, es decir, el júbilo del Domingo de Pascua se prolonga ocho días seguidos. ese es el motivo por el que, a diferencia de la Octava de Navidad que a día de hoy también celebra la Iglesia, los siete días previos no incluyen otras conmemoraciones ni días festivos; toda nuestra atención está centrada en el Señor resucitado. De hecho, cada uno de los días dentro de la Octava de Pascua es en sí mismo una solemnidad, una “mini-Pascua”.
Durante los días de la Octava de Pascua, las lecturas de la Misa nos
cuentan la hermosa historia de la Resurrección para que podamos reflexionar
sobre la realidad de que el Calvario no fue el final. Cada uno de nosotros
puede identificarse con la tristeza, la confusión y la posterior alegría de los
discípulos.
El octavo y último día de la Octava de Pascua fue durante siglos llamado
"Domingo Bajo" para contrastarlo con la maravilla del Domingo de
Pascua. Sin embargo, en abril de 2000, el Papa Juan Pablo II designó el Domingo
Bajo como Domingo de la Divina Misericordia, en respuesta a las revelaciones
privadas recibidas por Santa Faustina Kowalska (1905-1938).
Autor: DD Emmons.
FUENTES:
https://www.simplycatholic.com/why-celebrate-octaves/
(30.3.2024)
https://www.aciprensa.com/recurso/2922/octava-de-pascua
(30.3.2024)
domingo, 31 de marzo de 2024
DOMINGO DE RESURRECCIÓN: CIMA DEL AÑO LITÚRGICO
Este año, en la Vigilia Pascual escuchamos el relato de san Marcos, que habla de las mujeres que acuden de madrugada para embalsamar el cuerpo de Jesús. Primero les sobreviene la sorpresa de encontrar la tumba abierta; luego, al entrar en el sepulcro y ver a un joven vestido de blanco, “quedaron aterradas” y salieron huyendo, “pues estaban temblando y fuera de sí” y, “del miedo que tenían”, no dijeron nada a nadie.
Es un texto sorprendente porque, aunque proclama la resurrección
de Jesús, en ningún momento se hace referencia a la alegría; únicamente vemos pavor y
desconcierto. Sólo después, como nos narran otros evangelios, cuando se
encontraron personalmente con Jesús resucitado, es cuando empezaron a entender qué significaba
“la resurrección” y a experimentar la alegría.
Los diferentes relatos de las apariciones
de Jesús a sus discípulos muestran ese proceso en que la estupefacción, e
incluso la duda y el miedo, se entremezclan con la alegría.
En otros momentos se nos dice que los
discípulos no entendían lo que habían anunciado las Escrituras y que Jesús les
descubrió su sentido. El que ha resucitado es el mismo que se hizo hombre para nuestra
salvación y que se ofreció en la cruz por nosotros: no podemos separar su
resurrección de su vida terrena ni de su muerte. Se hizo hombre para ser camino para nosotros.
Ahora sabemos que, pasar por el Calvario nos conduce hacia Dios y que, para
seguirlo, hemos de penetrarnos de lo que nos enseña en los evangelios e
intentar vivirlo.
Permaneciendo fieles, aquellas mujeres pasaron del pasmo a la alegría más profunda. Del mismo modo, que también nosotros podamos experimentar la alegría de descubrir el poder de Dios; la alegría de conocer que, por Él, podemos vivir liberados del pecado y así, entrar en la profundidad de su Amor.
Nunca olvidemos que Jesús ha resucitado
y sigue siempre cerca de nosotros.
(Cf) P. David Amado Fernández
Fuente: Magnificat. Semana Santa 2024