SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO Is 40, 1-5.9-11; Mc 1, 1-8
Fuente: Pinterest
¡”
Consolad, consolad a mi pueblo!" (Is 40,1). Esta es la voz del profeta Isaías,
y estas profundas y antiguas palabras de esperanza y confianza del pueblo de
Dios Israel, que la Iglesia nos presenta en Adviento, nos tocan una y otra vez
el corazón. En la historia de los profetas este era un sonido nuevo. En primer
lugar, en la época de los Reyes, los profetas, empezando por Elías y pasando
por Amós, Oseas y Miqueas hasta Isaías, habían sido duros y exigentes, recriminando
y agitando la conciencia de los devotos poderosos y seguros de sí mismos
gracias a su fingida justicia, y defendiendo los derechos de los olvidados, de
las viudas, de los huérfanos, de los pobres. Isaías pronuncia las palabras emocionantes
que nos siguen, una y otra vez, estremeciendo: “Vuestras solemnidades las
aborrezco de corazón, no puedo escuchar más vuestra palabrería, ni oler vuestro
incienso. Esto sería para mí un verdadero ayuno: haced justicia al huérfano y a
la viuda” (Is 1, 11 – 17).
Al
final de esta larga sucesión de recriminaciones que provocan la sacudida se
encuentra Jeremías, que se levanta con la razón de la fe contra el terco nacionalismo
que quiere tomar a Dios en arrendamiento y, haciéndolo, se convierte en mártir.
Entonces llega el gran enmudecimiento del exilio babilónico. Y después de
setenta años, después de que Israel fuese pisoteado, casi aniquilado, ¡aparece
esta voz completamente nueva!
Ya
se ha sufrido bastante. La gran potencia que os deportó ya no existe. Las puertas
de la patria están abiertas. El desierto se convierte en camino, y los
pisoteados, los vencidos, son al final los auténticos vencedores. Dios ha
pensado en ellos, y él es más poderoso que los grandes poderes de este mundo,
aun cuando se tome su tiempo en la historia. “¡Consolad a mi pueblo!”. Dios no
olvida a los que sufren. Los ama y los alienta.
Por
mucho que esto nos conmueva y nos toque el corazón, sigue habiendo en nosotros
algo de desacuerdo o, al menos, de duda. ¿No hace ya demasiado tiempo de este
consuelo? ¿No ha logrado demasiado poco? La misma Israel volvería a caer en la
desgracia poco después. Y si hoy miramos este mundo, se encuentran en él imágenes
conmovedoras de desconsuelo. (continúa)
Fuente: Benedicto XVI, El camino de la
vida. Homilías en el año litúrgico. Barcelona, 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario