“Háganse valle (humildes) para recibir la lluvia;
lo alto se seca, lo bajo se llena.
La gracia es como la lluvia”.
San Agustín
Fuente: El taco del Sagrado Corazón de Jesús, 2022
15. LOS LUGARES DE LA CELEBRACIÓN (II)
v TORRES
Y CAMPANARIOS. Indican la presencia de Dios en ese lugar. Los campanarios
rematan, la mayoría de las veces, con una cruz, veleta o gallo. La cruz
proclama el signo de Cristo; la veleta recuerda los vaivenes de la fama y lo
efímero de la vida, y el gallo es símbolo de la vigilancia.
En este apartado cabe mencionar la ESPADAÑA, “campanario de una sola pared, en la que están abiertos los huecos para colocar campanas.”
Imagen de una espadaña singular es la de la colegiata románica de San Salvador de Cantamuda (Palencia):
v CRIPTA.
Los primeros cristianos la usaban como sepulcro para sus santos mártires en las
catacumbas (galerías subterráneas) y para sitio de reunión en el día del
aniversario de su martirio. Con el tiempo, cada cripta sepulcral se convirtió
en una pequeña “capilla-relicario” sobre la que se erigieron luego otras
iglesias superiores, haciendo coincidir los altares de ambas.
v LA
SACRISTÍA. Aunque estrictamente no forma parte de los lugares de celebración,
tiene un papel importante en la preparación del culto y en su digna realización.
Es la sala donde normalmente se revisten y preparan los ministros antes de
salir a la celebración. Es también el lugar donde se guardan los objetos,
vestidos y utensilios litúrgicos.
v EL
CONFESIONARIO (Sede Penitencial). Es el lugar donde se celebra el sacramento de
la Penitencia y de la Reconciliación. Toma el nombre del aspecto más
característico del mismo, la confesión de los pecados ante el sacerdote. Los
confesionarios se encuentran cerca de la nave, una sede (asiento), normalmente
de madera para oír confesiones, en un lugar patente y provisto de rejillas
entre el penitente y el confesor que pueden utilizar libremente los fieles que
así lo deseen.
v EL
PRESBITERIO (del latín presbyterium, "consejo de ancianos") es el espacio en torno al altar, un poco elevado y distinto de la
nave. Es un espacio particularmente digno y significativo. Hasta el Concilio Vaticano II estuvo reservado al clero. El presbiterio debe
quedar bien diferenciado respecto a la nave del templo, sea por su diversa
elevación, sea por una estructura y ornato peculiar. En el presbiterio existen
tres elementos: el más importante es el altar (lugar del sacrificio eucarístico); también están la sede (lugar de
presidencia) y el ambón (lugar de la proclamación de la Palabra de Dios).
v EL
ALTAR. Es el elemento más relevante en el edificio de la iglesia. Es el centro
de nuestra celebración; a veces, la Misa puede celebrarse fuera de un lugar
sagrado, pero nunca sin un altar o, al menos, una piedra que sirva como tal. El
altar es signo de Cristo y, por tanto, merece toda nuestra veneración: los
ministros lo besan, lo inciensan, se inclinan ante él, se ilumina. El altar es,
simultáneamente, el ara donde se realiza sacramentalmente el único sacrificio
de Cristo en la cruz, la Mesa del Señor -dispuesta con blancos manteles- en
torno a la cual se congrega el único Pueblo de Dios para recibir el alimento:
el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Más adelante veremos más características del altar.
v EL AMBÓN. Es un pupitre elevado o púlpito desde el cual en las iglesias antiguas y basílicas se cantaban o leían el Evangelio y la Epístola, y desde el cual se hacían toda clase de comunicaciones a la congregación. Se cree que tuvieron su origen en la plataforma elevada desde la que los rabinos judíos leían las Escrituras al pueblo. Según algunos autores, se introdujeron en las iglesias en el siglo IV y cayeron en desuso hasta el siglo XIV, cuando fueron superados por los púlpitos.
Está situado en el lugar litúrgico
para la proclamación de la Palabra de Dios. La palabra latina “ambo” proviene
del griego “anabaino”, subir, y designaba un sitio elevado, la tribuna, con
barandilla y atril, cerca de la nave.
v LA
SEDE. Es el asiento reservado para el que preside la asamblea litúrgica, modera
la oración y exhorta a la comunidad de los fieles reunida para la celebración
eucarística. La sede es signo de la presencia de Cristo que, a través de su
ministro, preside a su Iglesia. La sede del obispo recibe el nombre de Cátedra.
v EL SAGRARIO O TABERNÁCULO. El sagrario (lugar donde se guarda lo sagrado) o el tabernáculo (tienda de campaña; de ahí la fiesta de los Tabernáculos o tienda del encuentro), es el lugar donde se conserva la Eucaristía después de la celebración para que pueda ser llevada a los enfermos o puedan comulgar fuera de la Misa los que no han podido participar en ella. Ahora, la verdadera “tienda” o “tabernáculo” es Cristo mismo. La lámpara que luce junto al sagrario indica y honra la presencia de Cristo.
Fuente: (Cf) Curso de Liturgia.
(Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
Cada 28
de agosto, la Iglesia Católica celebra a San Agustín de
Hipona, el célebre obispo de la antigüedad que encaminó a la
filosofía y la teología por la ruta de la cooperación, de tal manera que
quedaron sentadas las bases de la doctrina cristiana, como depositaria de la
verdad -aquella que inquieta el corazón del ser humano y que se plenifica en el
encuentro con lo divino-.
Poseedor de una fineza espiritual y una profundidad intelectual
extraordinarias, Agustín de Hipona no solo ha dejado una huella indeleble en la
tradición eclesiástica latina, sino que su pensamiento ha producido un impacto
decisivo para la ciencia occidental.
En San Agustín toda alma que busca la verdad encuentra un amigo
seguro y fiable. Por eso es el patrono de "los que buscan a Dios".
A San Agustín se le cuenta entre los Padres de la Iglesia, y
forma parte también de la lista de los Doctores de la Iglesia. Fue un brillante
orador, filósofo y teólogo, autor de célebres textos entre los que se
encuentran las "Confesiones" y "La ciudad de Dios". Sirvió
a la Iglesia como sacerdote y obispo.
Fuente: Aciprensa
15. LOS LUGARES DE LA CELEBRACIÓN (I)
Para
la celebración litúrgica hay unos espacios especialmente significativos. Se
entiende por “espacio celebrativo” los lugares donde se desarrollan las
acciones litúrgicas. Estos espacios litúrgicos que alberga toda iglesia, son:
v EL BAPTISTERIO. Se trata del lugar destinado a la celebración del bautismo y en el que se encuentra la fuente o pila bautismal. En los templos, el baptisterio está cerca de la puerta principal y esto tiene un significado: nos recuerda que el bautismo es la puerta de entrada en la Iglesia y, con ello, a la vida de los hijos de Dios. El ritual del bautismo lo describe así: “El baptisterio -es decir, el lugar donde brota el agua de la fuente bautismal o, simplemente, donde está colocada permanentemente la pila- debe ser reservado al sacramento del Bautismo y ser verdaderamente digno, de manera que aparezca con claridad que allí los cristianos renacen del agua y del Espíritu Santo”.
v LA NAVE. El nombre deriva del latín navis (barco), posiblemente en referencia a la “barca de San Pedro”, o al Arca de Noé. La norma sigue la Basílica de Roma, con un área central y pasillos o galerías que apoyan las paredes superiores -atravesadas por ventanas- y el techo. Coloquialmente, la nave es el término que se usa para indicar la porción de la iglesia reservada a los fieles; es la parte central del templo, destinada a la asamblea que celebra la liturgia bajo la presidencia del ministro que representa a Cristo. No hay manifestación más transparente de la Iglesia que esta: la reunión de los bautizados para la celebración de la Misa.
Este espacio va desde la puerta de
entrada hasta el espacio del presbiterio; la separación de estos dos espacios
siempre ha sido muy clara. Durante la
Edad Media el gran desarrollo de la predicación requirió de un gran espacio
para la congregación, lo que hizo aumentar la proporción de la nave, hasta ser
capaz de acoger multitudes. Este gran espacio es signo de una comunidad amplia,
abierta, que tiene su fundamento no en sí misma, sino en Cristo muerto y
resucitado.
v LAS CAPILLAS. Del latín capella. Cuando San Marín dividió su capa militar (cappa) y le dio la mitad al mendigo en la puerta de Amiens, envolvió la otra mitad alrededor de sus hombres, convirtiéndola así en una capa (capella). Esta capa -o su representante- se conservó posteriormente como reliquia y acompaño a los reyes francos en sus guerras, pasando a ser conocida la tienda que la albergaba como cappella o capella. Los capellanes (capellani) militares celebraban la Misa en esta tienda de campaña. Cuando la reliquia descansaba en palacio, también le dio su nombre al oratorio donde se guardaba, y posteriormente se llamó capella, chapelle, capilla, a cualquier oratorio donde se celebraba la Misa y el servicio divino. Esta explicación etimológica es de Marculfo (siglo VII).
Hay muchos tipos de capillas, según su conexión con (o dependencia de) otros edificios, o según los usos a los que se destinaron; así, hay capillas que estructuralmente forman parte de una iglesia más grande, las que están incluidas en edificios que no son iglesias, y las que están completamente aparte.
En concreto, LAS CAPILLAS LATERALES son como otras tantas pequeñas iglesias dentro de la principal. Responden al deseo de dar culto a santos locales y universales de mayor devoción.
Fuente: (Cf) Curso de Liturgia.
(Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
Nuestros tiempos necesitan
mujeres que posean un conocimiento auténtico de la vida, prudencia, actitudes
prácticas; mujeres moralmente sólidas, mujeres cuya vida esté firmemente
cimentada en Dios.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein),
co-patrona de Europa.
Fuente: Magnificat, agosto 2023
Hoy que sé que
mi vida es un desierto,
en el que nunca
nacerá una flor,
vengo a
pedirte, Cristo jardinero,
por el desierto
de mi corazón.
Para que nunca
la amargura sea
en mi vida más
fuerte que el amor,
pon, Señor, una
fuente de alegría
en el desierto
de mi corazón.
Para que nunca
ahoguen los fracasos
mis ansias de
seguir siempre tu voz,
pon, Señor, una
fuente de esperanza
en el desierto
de mi corazón.
Para que nunca
busque recompensa
al dar mi mano
o al pedir perdón,
pon, Señor, una
fuente de amor puro
en el desierto
de mi corazón.
Para que no me
busque a mí cuando te busco
y no sea egoísta
mi oración,
pon tu cuerpo, Señor,
y tu palabra
en el desierto
de mi corazón.
Amén.
José
Luis Martín Descalzo
Fuente: Magnificat, agosto 2023
Padre nuestro,
Padre de todos,
líbrame del orgullo
de estar solo.
No vengo a la soledad
cuando vengo a la oración,
pues sé que, estando contigo,
con mis hermanos estoy;
y sé que, estando con
ellos,
Tú estás en medio, Señor.
No he venido a refugiarme
dentro de tu torreón,
como quien huye a un exilio
de aristocracia interior.
pues vine huyendo del
ruido,
pero de los hombres no.
Allí donde va un cristiano
no hay soledad, sino amor,
pues lleva toda la Iglesia
dentro de su corazón.
Y dice siempre “nosotros”
incluso si dice “yo”.