Azulejos en los que se inspira el viacrucis de la capilla de Lapido (Ortoño)
Decimocuarta Estación
Jesús es colocado en el sepulcro
«Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús» (Jn 19, 42).
«José de Arimatea rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó» (Mt 27, 60).
Por la proximidad de la fiesta, se dieron prisa en preparar el cuerpo del Señor para colocarlo en el sepulcro que ofrecieron José y Nicodemo. El sepulcro era nuevo, a nadie se había enterrado en él.
Una vez colocado el cuerpo sobre la roca, José hizo rodar la piedra de la puerta, quedando la entrada totalmente cerrada. Si el grano de trigo no muere…
Y, después del ruido de la piedra al cerrar el acceso al sepulcro, María, en el silencio de su soledad, aprieta la espiga que ya lleva en su corazón como primicia de la Resurrección.
En esta espiga recordamos el trabajo humilde y sacrificado de tantas vidas gastadas en una entrega sacrificada al servicio de Dios y del prójimo, de tantas vidas que esperan ser fecundas uniéndose a la muerte de Jesús.
Recordamos a los buenos samaritanos, que aparecen en cualquier rincón de la tierra para compartir las consecuencias de las fuerzas de la naturaleza: terremotos, huracanes, maremotos…
Oración del Papa a la Virgen
«Madre y Señora nuestra, que permaneciste firme en la fe, unida a la Pasión de tu Hijo: al concluir este Vía Crucis, ponemos en ti nuestra mirada y nuestro corazón. Aunque no somos dignos, te acogemos en nuestra casa, como hizo el apóstol Juan, y te recibimos como Madre nuestra. Te acompañamos en tu soledad y te ofrecemos nuestra compañía para seguir sosteniendo el dolor de tantos hermanos nuestros que completan en su carne lo que falta a la Pasión de Cristo, por su cuerpo, que es la Iglesia. Míralos con amor de madre, enjuga sus lágrimas, sana sus heridas y acrecienta su esperanza, para que experimenten siempre que la Cruz es el camino hacia la gloria, y la Pasión, el preludio de la Resurrección».