Quédate Señor, conmigo, porque por más pobre que sea mi alma, desea ser para ti un lugar de consuelo y un nido de amor.
Quédate, Jesús, conmigo,
pues es tarde y el día se acaba. Temo la oscuridad, las tentaciones, la aridez,
la cruz, los sufrimientos -y te necesito mucho, Jesús mío, en esta noche de
exilio.
Quédate, Jesús, conmigo,
haz que, como tus discípulos, te reconozca en la fracción del pan; que la comunión
eucarística sea la luz que disipe las tinieblas, la fuerza que me sustenta y la
única alegría de mi corazón.
Quédate, Jesús, conmigo, no
pido consuelos divinos porque no los merezco, sino el don de tu presencia, ¡ah,
sí, te lo pido!
Quédate, Señor, conmigo,
solo a ti te busco; tu amor, tu gracia, tu voluntad, tu corazón, tu espíritu,
porque te amo y no pido otra recompensa sino amarte más. Amen.
Padre Pío de Pietrelcina
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