Si, como el hijo pródigo, ya nos hemos marchado, si
hemos malgastado toda la herencia del padre en una vida desordenada, si hemos
cometido cualquier falta o fechoría, si hemos caído en el abismo de la impiedad
y en el hundimiento total, levantémonos y regresemos a un Padre tan bueno
invitados por un ejemplo tan bello.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se
conmovió, y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Os pregunto:
¿qué lugar hay aquí para la desesperación? ¿Qué pretexto para tener una excusa?
¿Qué falsa razón para temer? A no ser que se tema el encuentro con el padre,
que se tenga miedo a sus besos y a sus abrazos; a no ser que se crea que el
padre, cuando toma a su hijo de la mano, lo acerca a su corazón y le estrecha
entre sus brazos, quiere recuperar su dinero en lugar de recibir para perdonar.
Pero si se diera un tal pensamiento que se opone a nuestra salvación, es
ampliamente vencido por lo que sigue: El padre dijo a sus criados: Sacad
enseguida el mejor traje para vestirlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias
en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque
este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos
encontrado. Después de haber escuchado esto, ¿qué esperamos para volver
al Padre?
San Pedro
Crisólogo
Obispo
de Ravena; con su vida santa y la elocuencia de su palabra, ganó numerosas
conversiones (Ca. 380- Ca. 450)
Fuente:
Magnificat nº 220, marzo 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario