Volvemos al cuadro de ayer para ver algunos de los rasgos y simbolismos más acusados de este cuadro, de Rembrandt Harmenszoom von Rijn, uno de los principales autores de toda la historia de la pintura. Es el maestro del claroscuro y uno de los más caracterizados pintores del barroco.
Los rostros y las miradas: Merece contemplarse con detenimiento el rostro del Padre, que se muestra íntegro, y los rostros de los dos hermanos. La mirada del Padre aparece cansada, casi ciega, pero llena de gozo y de emoción contenidas. La cara del hijo menor trasluce anonadamiento y petición de perdón. El rostro del hermano mayor, que surge en el cuadro desde la distancia, aparece resignado, escéptico y juez.
La fuerza del abrazo y las
manos del Padre:El abrazo del reencuentro entre el Padre y el hijo menor es la centralidad del cuadro; emana
intimidad, cercanía, gozo, reconciliación, acogida. El Padre estrecha y acerca
al hijo menor a su regazo y a su corazón, y el hijo, harapiento y casi descalzo,
se deja acoger, abrazar y perdonar. El Padre impone con fuerza y con ternura
las manos sobre su hijo menor. Son manos que se marcan diferentes, que acogen, que envuelven, que sanan; es el simbolismo del gesto cristiano y religioso de la imposición de las manos.
Simbolismo e interpelación: El cuadro nos interpela acerca de nuestra propia vida cristiana en clave de hijo menor -¡tantas idas y venidas!, ¡tanto buscarnos sólo a nosotros mismos, raíz del pecado!, ¡tantas mediocridades y faltas!. Y también, en clave de hijo mayor -el que todo lo sabe, el perfecto, el bien ataviado, el responsable, el cumplidor, el irreprensible, el juez que también se busca sólo a sí mismo y está lleno de soberbia soterrada- que cada uno de nosotros podemos llevar encima y ser.
Hay cuatro símbolos que usa el
Padre:
* El anillo: Signo de filiación, ahora reencontrada.
* Las sandalias: Signo de la libertad recuperada. En la cultura hebrea y antigua, los esclavos iban descalzos; los hombres libres, iban calzados con sandalias.
*
El traje nuevo: Signo del cambio y de la
reconciliación. Imprescindible para una vida nueva y para la fiesta que
después llegará.
*
El sacrificio del mejor novillo: Preanuncio del
sacrificio del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y signo de la
fiesta, a la que acompañarán la música y los amigos. Es expresión de la fiesta
de la reconciliación.
Nos llama y nos urge a ser el Padre de la parábola, en la acogida, en el perdón, en el amor, en la reconciliación plena y gozosa, sin pedir explicaciones, no exigir nada, sólo dando. El cuadro expresa el gozo inefable de la vuelta a casa, del regreso al hogar. ¡Yo soy casa de Dios! Todos y cada uno podemos ser mutuamente el Padre que acoge, perdona y ama.
Fuente:https://www.revistaecclesia.com/el-cuadro-el-regreso-del-hijo-prodigo-de-rembrandt-1606-1669/
Referencias bibliográficas:
+
“EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO. Reflexiones ante un cuadro de Rembrandt” de Henri
J. Nouwen, PPC, Madrid, 1993. 26 ediciones.
+
Carta Encíclica del Papa Juan Pablo II “DIVES IN MISERICORDIA”, Capítulo
IV, 30 de Noviembre de 1980.
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