(...) La vida, a veces, suele
ser agitada y ruidosa y hay algunas situaciones o profesiones que conviven con
el bullicio, sin que eso tenga en sí nada de malo: una familia numerosa con
chicos pequeños, una escuela, conducir vehículos en zonas densamente pobladas,
trabajar en una fábrica, etc. Con más razón habrá que procurarse “diariamente
unos minutos de esa bendita soledad que tanta falta hace para tener en marcha
la vida interior”, para invocar la gracia de Dios, para tomar conciencia de que
nos acompaña, para rectificar la intención o para decirle que lo queremos.
Compensa luchar para evitar la dispersión. Alguien hablaba
del “zapping mental”: cambiar constantemente el foco de la atención y no
tenerla puesta en nada. (...) En un libro del cardenal Sarah se pone como
ejemplo que si alguien anduviese por una ciudad ruidosa con una radio encendida
en su bolsillo, no se daría cuenta de que está sonando. Pero, si entrase a un
lugar silencioso, lo notaría enseguida e intentaría apagarla. Y se añade: “por
desgracia, no hay botón que baje el parloteo de nuestra imaginación”
Dios suele hablar en voz baja: que nuestro recogimiento
nos lleve a oír aquello que Dios nos insinúa de un modo sutil pero inequívoco.
Fuente: Patricio Olmos, Id a José. Meditaciones con san José, Madrid 2021.
Fuente: Patricio Olmos, Id a José. Meditaciones con san José, Madrid 2021.
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