En tiempo de Jesús el pueblo judío se relacionaba con Dios a través
de dos mediaciones: el templo y la Ley. Tras la destrucción del templo en el
año 70, y hasta ahora, el pueblo judío se relaciona con Dios a través de la
Ley.
Los cristianos nos relacionamos con Dios por medio de Jesucristo,
que es el único mediador. Pero esto no significa que los mandamientos carezcan
de importancia. En Jesucristo han quedado anulados los mandamientos cultuales y
de pureza legal del Antiguo Testamento. Pero siguen en vigor los mandamientos
morales. Sin embargo, los mandamientos no son para los cristianos el medio para
llegar a Dios, sino la consecuencia de haber recibido la salvación en
Jesucristo.
En la primitiva comunidad algunos pensaban que con Jesucristo todos
los mandamientos habían perdido su capacidad de obligar. Por eso el Evangelio
de Mateo dice que Jesús no ha venido a abolir, sino a dar plenitud. La plenitud
de la Ley es el amor. Los cristianos que en Jesucristo hemos conocido el amor
que Dios nos tiene nos preguntamos: ¿cómo podemos corresponder al amor de Dios?
La respuesta está en el mandamiento del amor, del cual los mandamientos morales
de la Ley de Dios son concreciones.
Fuente: Evangelio diario
en la Compañía de Jesús 2022
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