De 1 Tesalonicenses 4, 13-14
Según se aproxima el final del año litúrgico, la
liturgia comienza a adquirir tintes escatológicos y a introducirnos en la
meditación de nuestro destino definitivo. El Señor, que tomó nuestra carne y
recorrió nuestros caminos, y que sigue venciendo cada día a través de las circunstancias
cotidianas, saldrá un día plenamente a nuestro encuentro en el momento decisivo
de la muerte. La primera carta a los Tesalonicenses (1 Tesalonicenses 4, 13-14)
nos recuerda que la consideración de la muerte es un motivo de consuelo porque,
gracias a ella, “estaremos siempre con el Señor”.
Del Evangelio, Mateo 25, 1-13
Jesús plantea el encuentro final en términos gozosos de un banquete de bodas al que están invitadas diez jóvenes (Mt 25, 1-13). El lugar de la convocatoria no es, pues, un sitio inhóspito ni solitario, sino una fiesta donde desborda la alegría. Sin embargo, para sentarse a la mesa prometida hay que cultivar ciertas disposiciones, que constituyen la esencia de la vida espiritual: atravesar la oscuridad de la noche, conservar el aceite de la fe, soportar la espera, mantener los oídos abiertos para detectar la voz del esposo cuando llegue y llame, levantarse con presteza y salir a recibirlo. Asumir hoy la responsabilidad de nuestra fe significa estar ya preparándonos a vivir el culmen de nuestra larga espera.
Fuente: Evangelio Diario en la Compañía de Jesús 2023
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