Puede
decirse que el Año Litúrgico se compone de tiempos “fuertes” (Adviento,
Navidad, cuaresma y Pascua), en los que se celebra un misterio concreto de la
historia de la Salvación, y otro tiempo llamado Ordinario, en el que no se
celebra ningún aspecto concreto, sino el mismo misterio de Cristo en su
plenitud, especialmente los domingos. Este Tiempo Ordinario transcurre partido,
y dura 33 o 34 semanas.
Tiempo
de Adviento: El Año Litúrgico comienza en las
vísperas del primer domingo de Adviento, que siempre es el domingo más cercano
al día 30 de noviembre, festividad de san Andrés. Dura 4 semanas con sus respectivos
domingos.
· Octava
de Pascua: los 8 días posteriores y deben considerarse como un sólo día
festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de Pascua.
· Tiempo
Pascual hasta la Ascensión
· Tiempo
Pascual después de la Ascensión
El
Domingo de Pentecostés, que se celebra a los 50 días de Pascua, es el colofón
del ciclo pascual (no debe considerarse como una nueva Pascua).
Los
días que no son domingos de cualquier tiempo se llaman ferias. Según la
costumbre latina, el lunes recibe el nombre de “feria segunda” y así
sucesivamente hasta la feria sexta (viernes).
La
Constitución Litúrgica del Vaticano II (S.C.) dice, sobre el Año Litúrgico:
“La
Santa Madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en
días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana
en el día que llaman del Señor, conmemora su Resurrección, que una vez al año
celebra, junto con su Santa Pasión, en la solemnidad de la Pascua. Además, en
el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación
y la Navidad, hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa
esperanza y venida del Señor. Conmemorando así los misterios de la redención,
abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal
manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los
fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación.
En
la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa
Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen
María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo…. Además, la
Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los mártires y de los
demás santos que, llegado a la perfección por la multiforme gracia de Dios, y
habiendo ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza de Dios
en el cielo e interceden por nosotros” (Sacrosanctum Concilium 102, 103, 104).
Fuente:
Curso de Liturgia. (Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
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