La primera lectura
de hoy (Job 7,1-4. 6-7) expresa la queja de Job, angustiado por el peso del a
vida y por la posibilidad de que sea un sinsentido. La vida de Job, con una
terrible experiencia del mal, no es ajena a la nuestra. Ante una existencia que
se nos escapa corremos varios peligros: uno es el afán por aprovechar cada
instante en beneficio propio (una optimización egoísta del tiempo). Otro, es considerar
que nada vale la pena y que lo que nos envuelve no son más que sombras de muerte.
El evangelio de hoy (Mc 1,29-39) nos muestra la respuesta de Jesús: hay que
vivir practicando el bien.
La transformación
del mundo pasa por el cambio del corazón. Lo vemos en todo lo que realiza Jesús,
es su gratuidad. Su vida es expresión de su misericordia. Todos son gestos que
van acompañados del amor: la cercanía a sus apóstoles, la compasión por los
enfermos, el anhelo de acercar a los hombres a Dios expresado en la oración, el
anuncio de la Buena Noticia del Evangelio. El amor aniquila la pesadez de la
vida. Y, al mismo tiempo, se nos muestra cómo el Señor se acerca a cada
persona. ¿De qué serviría transformar todo el mundo si cada uno no se sintiera
amado singularmente? Sólo el amor descifra el enigma de la vida.
Otro ejemplo de
Jesús en este pasaje son sus “silencios buscados”, que pueden ser una forma de
evitar los engaños que nos embaucan; impedirían que fuéramos detrás de cualquier
promesa de alegría. Quién sabe si así, definitivamente, dejaríamos de tener prisa
y nos proveeríamos de más tiempo: el que la vida precisa para ser vivida a
fondo.
Fuentes: Magnificat
febrero 2024 y (Cf.) Evangelio Diario en la Compañía de Jesús 2024
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