Mateo en este pasaje
fusiona dos parábolas, en su origen independientes, en una sola (véase Lucas
14, 15-24), porque su enseñanza es complementaria. La primera, la de los invitados
al banquete, enseña que el pueblo judío, los invitados a los que se les podría
reconocer cierto derecho a participar en el banquete del reino de los Cielos
(véase Isaías 25, 6-8), pues son los herederos de las promesas (véase Romanos
9, 2-5), rechazan a Jesús y, con ello, participar en el reino. Pero con Jesús
la invitación se ha vuelto universal. Toda la humanidad está invitada al
banquete y, por tanto, puede ser heredera de las promesas de Dios al pueblo judío.
La segunda parábola, la
del que se presenta en el banquete sin traje de boda, nos enseña que el hombre
debe corresponder al don de Dios con su actuación ética. Los que son invitados
a una boda se visten con sus mejores ropas, incluso se hacen un vestido nuevo
para la ocasión. Eso es lo que nos corresponde. A nosotros nos toca presentarnos
en ese banquete con nuestro mejor traje, que es el de las buenas obras; incluso
hacernos un vestido nuevo si hasta ese momento nuestras obras han dejado algo o
mucho que desear.
Fuente:
Evangelio Diario en la Compañía de Jesús 2022
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