"No cantará el gallo antes que
me hayas negado tres veces".
Pedro negó una vez y no lloró porque el Señor no le
había mirado. Le negó una segunda vez, y tampoco lloró porque el Señor todavía
no le había mirado. Le negó por tercera vez; Jesús le miró, y lloró
amargamente. Míranos, Señor Jesús, para que sepamos llorar nuestro pecado. Eso nos
demuestra que también la caída de los santos puede ser útil. Las negaciones de
Pedro no me han perjudicado; al contrario, con su arrepentimiento, he salido
ganando: he aprendido a preservarme de un entorno infiel…
Si llegáis a caer en alguna falta, el Señor, testigo
presente de vuestra vida escondida, os mira para recordárosla y haceros
confesar vuestro error. Cuando esto os suceda, haced como Pedro, que en otra
parte repita tres veces: Señor, tú sabes que te amo. Como lo negó tres
veces, tres veces lo confiesa; pero lo que negó durante la noche, lo confesó a
pleno día. Todo esto se ha escrito para hacernos comprender que nadie puede
envanecerse. Si Pedro cayó después de haber dicho: Aunque
todos caigan por tu causa, yo jamás caeré, ¿Quién osará contar
con sus propias fuerzas?... Enséñanos, Pedro, cuán útiles han sido tus lágrimas: te han servido, a ti
que no habías sabido conducirte a ti mismo, para conducir a los demás.
San AMBROSIO
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