Simbología de la incensación silenciosa
El ritual de la incensación, practicado también en algunas religiones de los pueblos antiguos, representa para la Iglesia cristiana una evocación litúrgica del Antiguo Testamento, en donde encuentra su correspondiente en lo que se hacía en el altar del incienso, por las mañanas y al anochecer, en el Santuario.
En sí, la incensación representa una de las formas de sacrificio,
una expresión de la ofrenda de adoración que presentamos a Dios, como autor y
soberano de la creación. El sentido de esto nos lo confirma la misma fórmula
que el sacerdote utiliza para bendecir el incienso colocado sobre los carbones
del incensario (turíbulo): “Te
presentamos el incienso (te lo ofrecemos como don), a Ti, Cristo, Dios nuestro,
en el aroma de una buena fragancia espiritual, el cual, aceptándolo en Tu
altar...”.
En el marco de la vigilia nocturna, las Vísperas empiezan con la
apertura de las puertas del Santo Altar y con la incensación en silencio de la
Santa Mesa y el Santo Altar. En esos instantes, la fragancia del incienso
alcanza todos los rincones del templo. Esta incensación representa el comienzo
de la creación del mundo. El Espíritu de Dios desciende sobre el mundo material
original, “tierra informe y vacía”, de
la cual nos habla el libro del Génesis, y sopla sobre él Su fuerza vivificadora.
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