9. LA PARTICIPACIÓN DE LOS LAICOS EN LA LITURGIA (II)
(CONTINUACIÓN)
Pese
a lo anterior, no debe pensarse que en la liturgia todo está cerrado y los
ministros deben limitarse a una mera repetición mecánica de los ritos,
oraciones y rúbricas. Liturgia no es sinónimo de rigidez, aunque no admite
arbitrariedad. Precisamente la no
arbitrariedad es una de las características de la liturgia: se sustrae a la
intervención del individuo ya que en la liturgia y mediante ella, se entra en
contacto con algo superior (Revelación) y se crea una comunión universal que
supera las iglesias locales. El Misal es sumamente variado en oraciones,
prefacios, misas, como par que pueda decirse que no haya una gran variedad de
textos para escoger, dependiendo lógicamente del calendario litúrgico y otras
circunstancias. En este aspecto es donde hay que encajar la creatividad
litúrgica, escogiendo dentro de la variedad y no inventando lo que no existe.
La mejor pastoral que puede hacerse consiste en una buena liturgia, no debe
existir esa excusa tan recurrida de lo pastoral para justificar una liturgia
mal hecha.
“La
participación es un término que viene del latín participatio (partem-capere
= tomar parte) y es sinónimo de intervención, adhesión, asistencia”. En efecto,
hoy día la palabra es usada frecuentemente y todo el mundo pide, en cualquier
ámbito de la vida, participar. Para los cristianos, el fundamento de la
participación está en el Bautismo, dado que todo bautizado está revestido de la
dignidad sacerdotal. Se ha interpretado la participación pensando en que
consiste en la intervención del mayor número de personas posibles durante el
mayor tiempo posible. ¡Craso error! No se trata de multiplicar vana y
artificialmente las acciones a realizar pensando que, con eso, se aumenta la
participación ya que la auténtica participación consiste en dar paso a la
acción de Dios.
En
la liturgia no podía ser menos y es uno de los conceptos claves de la reforma
litúrgica. Tiene sus antecedentes más cercanos en el motu proprio Tra le
sollecitudini, de san Pío X y, más próximos al Vaticano II en la encíclica Mediator
Dei, de Pío XII (20.XI.1947). Pero es en la SC cuando este principio de
participación toma cuerpo como algo esencial. Es toda la asamblea litúrgica la
que está implicada en la acción litúrgica, pero cada uno de sus miembros
intervienen de modo distinto “según la diversidad de órdenes, funciones y
participación actual” (SC 26). La diferencia entre la participación de los
ministros ordenados y los laicos no sólo es de grado sino también esencial.
Fuente: Curso de Liturgia. (Cf)
Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
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