La
mayor prueba de la fiabilidad del amor de Cristo se encuentra en su muerte por
los hombres. Si dar la vida por los amigos es la demostración más grande de
amor, Jesús ha ofrecido la suya por todos, también por los que eran sus
enemigos, para transformar los corazones. Por eso, los evangelistas han situado
en la hora de la Cruz el momento culminante de la mirada de la fe, porque en
esa hora resplandece el amor divino en toda su altura y amplitud.
San
Juan introduce aquí su solemne testimonio cuando, junto a la Madre de Jesús,
contempla al que habían atravesado:
El que
lo vio da testimonio, su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad,
para que también vosotros creáis...
Y,
sin embargo, precisamente en la contemplación de la muerte de Jesús, la fe se
refuerza y recibe una luz resplandeciente, cuando se revela como fe en su amor
indefectible por nosotros, que es capaz de llegar hasta la muerte para
salvarnos. En este amor, que no se ha sustraído a la muerte para manifestar
cuánto me ama, es posible creer; su totalidad vence cualquier suspicacia y nos
permite confiarnos plenamente en Cristo.
Papa
Francisco
Fuente:
Magníficat, nº 218 (enero, 2022)
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