Fuente: Pinterest
El hombre por sí mismo no es nada, pero es mucho con el
Espíritu Santo. El hombre es totalmente terrestre y animal; solo el Espíritu Santo
puede elevar su alma y llevarlo hacia arriba. Como esos anteojos que hacen
grandes los objetos, el Espíritu Santo nos hace ver todo en grande. Con el
Espíritu Santo, vemos todo en grande: vemos la grandeza de las mínimas acciones
hechas para Dios y la grandeza de las faltas más mínimas.
Como un relojero con sus anteojos puede distinguir los
engranajes más pequeños de un reloj, con las luces del Santo Espíritu
distinguimos todos los detalles de nuestra pobre vida. Sin el Espíritu Santo,
todo es frío: cuando sentimos que el fervor se pierde, ¡debemos hacer
rápidamente una novena al Santo Espíritu para pedir la fe y el amor!
San Juan María Vianney, santo cura
de Ars (1786-1859)
Fuente: Magnificat,
junio 2022
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