¡Qué bueno es
detenerse…!
Señor, me gustaría
detenerme en este mismo instante.
¿Por qué tanta
agitación?
¿Para qué tanto
frenesí?
Ya no sé detenerme.
Me he olvidado de
rezar.
Cierro ahora mis
ojos.
Quiero hablar
contigo, Señor.
Quiero abrirme a
tu universo, pero mis ojos se resisten a permanecer cerrados.
Siento que una
agitación frenética invade todo mi cuerpo,
que va y viene,
se agita, esclavo de la prisa.
Señor, me gustaría
detenerme ahora mismo.
¿Por qué tanta
prisa?
¿Por qué tanta
agitación?
Yo no puedo salvar
al mundo.
Yo soy apenas una
gota de agua
en el océano
inmenso de tu maravillosa creación.
Lo verdaderamente
importante es buscar tu Rostro bendito.
Lo verdaderamente
importante es detenerse de vez en cuando,
y esforzarse en proclamar
que Tú eres la Grandeza,
la Hermosura, la Magnificencia,
que Tú eres el Amor.
Lo urgente es
hacer y dejar que Tú hables dentro de mí.
Vivir en la
profundidad de las cosas
y en el continuo
esfuerzo por buscarte en el silencio de tu misterio.
Mi corazón continúa latiendo, pero de una manera diferente.
No estoy haciendo nada, no estoy apurándome.
Simplemente,
estoy ante Ti, Señor.
Y qué bueno es
estar delante de Ti. Amén.
Ignacio Larrañaga
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