Homo religiosus
Acabo de leer
una anécdota que sucedió en la década de los 60 y que, hoy, seguramente dejaría
a los protagonistas aún más perplejos. Es la siguiente:
Unos estudiantes
de medicina van, acompañados de su profesor, a hacer una visita clínica de un
enfermo terminal de cáncer, y éste les comenta:
-
No le entiendo;
ya sabe que se va a morir, pero nunca se queja y se pasa el día reza que te
reza…
Cuando llegaron
hasta el enfermo, el médico le dijo:
-
A ver señor,
usted ya sabe que le queda poco tiempo de vida; yo sé que sufre mucho, pero
siempre le veo muy tranquilo, ¿cómo lo hace? No le entiendo…
El enfermo sonrió;
se volvió para mirar a todo el grupo y le dijo al médico:
-
Mire doctor;
usted sabe muy bien lo que tengo. Entiende mi enfermedad porque ha estudiado
mucho: primaria, secundaria, su carrera, su especialidad. Ahora bien, doctor,
¿cuánto tiempo ha estudiado el catecismo?
Se hizo el
silencio; nadie dijo nada, sólo el enfermo, que añadió:
-
Ya ve doctor, por
eso no me entiende…
Esta anécdota encaja perfectamente con lo que, en 2008, nos recordaba Benedicto XVI en un discurso;
“La apertura a la trascendencia
constituye una garantía indispensable para la dignidad humana porque existen anhelos
y exigencias del corazón de cada persona que sólo en Dios encuentran
comprensión y respuesta”.
No nos olvidemos
de lo mucho, muchísimo, que nos ayuda rezar … ¡incluso en tiempos de
tribulación!
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