En esta entrada, mi amigo D. Enrique le pone voz al ángel Gabriel. Las fotos me las envía una de las personas asistentes a uno de los días de la Novena de la Merced, así nos vamos preparando para celebrarla con gran fiesta el próximo sábado día 22 de septiembre. Gracias.
—No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin.
En toda la historia humana jamás ha habido un mensaje como éste, y yo, Gabriel, había sido designado por Yahvé para transmitirlo. El universo entero se estremeció, y no diré que me envidiaron los demás ángeles, pero sí que todas las criaturas celestiales escucharon en silencio el eco de cada una de mis palabras, expresadas en el lenguaje de los hombres. Mil veces me las había repetido para no equivocarme y para que mi voz resonara en la bóveda celeste con la firmeza y majestad propias de un enviado del Altísimo. Sin embargo pedí al Señor que, al llegar a los oídos de María, cada sílaba del mensaje se transformara en una nota musical hasta componer una melodía muy sencilla; la canción de un ángel enamorado que trataba de conquistar el corazón de su Reina.
Mientras yo hablaba no dejé de mirar a la Señora. Estaba pensativa aunque no sorprendida, igual que cuando era niña y aún no sabía mi nombre ni mi origen.
Tenía solo 5 años cuando hablamos por primera vez. A los 7 ya estaba acostumbrada a conversar con los ángeles. Y un día, mientras jugábamos con cantos rodados a la orilla del río, se quedó callada unos segundos y por fin me preguntó:
—¿Por qué mis amigas no te ven y yo sí?
Le dije la verdad: que yo era un Ángel del Cielo, que estoy siempre en la presencia de Dios y que Él me envió para protegerla y para señalarle el camino de su vocación.
María tampoco en aquella ocasión pareció sorprenderse.
—Entonces, ¿has venido a jugar con nosotros?
—¿A jugar?
—Yo juego con el Señor todos los días. Él es mi Rey y yo su esclava. Tú ahora serás mi paje. Ya verás qué bien lo pasamos.
Oración
Dios Padre Todopoderoso, tú quisiste que la Virgen María fuese Santa e Inmaculada desde el primer instante de su concepción para ser una digna morada de tu Hijo. Al prepararnos ahora para su fiesta, ya que no podemos igualar su santidad y nos sabemos pecadores, permítenos, al menos, contemplarla como tú mismo la viste desde toda la eternidad. Que aprendamos de Ella a ser niños y a jugar siempre en tu presencia. Líbranos de nuestros enmarañamientos y vanidades de viejo. Concédenos la virtud de la sencillez y de la humildad, para que un día tengamos un hueco en el regazo de tu Madre y allí nos encontremos contigo, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén