Varias asociaciones
juveniles de Castilla y León, ha participado en un voluntariado en Carei
(Rumanía) durante el mes de julio. Estuvieron ayudando a los ancianos de un
asilo, a los niños de un orfanato y a personas con discapacidad. También han
echado una mano en la limpieza, pintura y acondicionamiento de esos centros de
acogida.
El comienzo no fue nada fácil para nosotras, chicas de ciudad,
acostumbradas a “ciertos lujos” como son internet, móviles, agua caliente… Se
nos hizo un poco cuesta arriba, pero lo que quiero expresar con este testimonio no son las
superficialidades de lo bien o mal que lo pasamos, sino lo que nos ayudó esta
experiencia (que, según mis amigas españolas, era de locos: irte a otro país,
del que me he dado cuenta conocemos más bien poco, para ayudar a otras
personas, pudiendo estar en la playa tomando el sol o de fiesta), para abrirnos
los ojos y agradecer los pequeños detalles que mi familia o personas ajenas
hacen por mí.
En primer lugar destacaría el gran sentimiento de acogida por parte de
los rumanos con los que tuvimos la suerte de encontrarnos: la dueña del
albergue en el que vivimos por unos días, los ancianos del asilo, las personas
con discapacidad mental, y los niños y niñas del orfanato al que fuimos a Carei
(una ciudad que se encuentra al norte de Rumanía, cerca de la frontera con
Hungría). Todos ellos estaban agradecidos de vernos y es que ¡es tan fácil
hacer feliz a una persona!, ¡si todos valoráramos lo que tenemos¡... Son las
fronteras que crea el hombre, no Dios, lo que nos separa a los unos de los
otros, lo que limita a los seres humanos a crecer; pero esas fronteras no son
tan importantes, pueden desaparecer.
Nosotras mismas, en estos días, nos comunicamos con
mucha gente sin saber ni cómo decir “hola” en rumano. Pero basta con poner
ganas y buena voluntad. Estos días me han ayudado a reforzar mi fe, ya que me
he dado cuenta de lo completa que es, que acoge a todos, a enfermos y sanos...
no excluye a nadie. Sólo te exige una cosa: querer al prójimo, querer al que
tienes al lado con sus defectos y virtudes, y es que en cada persona puedes ver
a Dios, como decía la canción de Joan Osborne, “¡qué pasaría si Dios fuera uno
de nosotros, un extraño en el autobús!”. Me llamó la atención la falta de
cariño que sufren tantas personas. Sí: podemos colaborar para crear un mundo
mejor, es nuestro momento, porque con pequeños gestos se puede cambiar el mundo…