Los especialistas coinciden en afirmar que la
televisión es un medio estupendo de información y comunicación social, de
transmisión de cultura y también un modo de ocupar nuestro tiempo libre.
Pero puede ocurrir que termine convirtiéndose en un
invitado permanente de nuestro hogar.
Y cuando esto sucede nos transformamos en teleadictos, en personas dependientes de
esa pequeña pantalla. Nos hacemos así perezosos para pensar por nosotros
mismos, viviendo más del pensamiento de otros que de las experiencias propias,
empobreciéndonos intelectualmente. Además, puede hacer que perdamos el deseo de
salir de casa, de buscar otras actividades para el descanso, o lo que es peor,
de atender a los que viven con nosotros.
Por
eso, para usar de la televisión debidamente es necesario: programar su uso seleccionando, -al menos en el caso de niños
y jóvenes-, con la ayuda de alguna persona mayor, los espacios que deseamos
ver.
Suele ser una experiencia satisfactoria ver alguna peli de vídeo en familia; y al terminar de ver la televisión,
comentar en familia los aspectos más interesantes, las cosas que no
entendimos, etc. Así, los padres le sacarán provecho a la relación que
establecen con sus hijos y les ayudarán a desarrollar un sano espíritu crítico.
El momento de ver la televisión es una ocasión
estupenda para ser cortés y ceder el asiento más cómodo al abuelo o abuela o
aquel sitio que ofrece una mejor visión de la pantalla, o para levantarse el
primero a abrir la puerta o coger el teléfono cuando llaman.
También, pensando en los demás, puede ayudarnos a no
tratar de imponer nuestros gustos; -alguna vez habrá que ver lo que le gusta a
los otros, sin marcharme a otra habitación, ponerme los cascos o conectarme al whatsapp y quedarme allí haciendo vida
de familia.
Ya por último; suele ser de buena educación no
distraer a los otros con comentarios en voz alta; y estar pendientes del
volumen para que no moleste a quienen trabajan o descansan.