¿Por qué dos Testamentos?
La
respuesta es que cada Testamento está incompleto sin el otro. Son dos elementos
de un solo plan. San Agustín dijo que el Nuevo Testamento se oculta en el
Antiguo, y el Antiguo se revela en el Nuevo. El día de su Resurrección, Jesús
proclamó que todas las promesas del Antiguo Testamento se habían cumplido (Lc
24, 25-27). El sermón de Pedro en Hechos 2, 14-36 es un buen ejemplo de
cómo los primeros cristianos predicaron eses mensaje.
Eso
significa que no podemos entender del todo el mensaje cristiano sin el Antiguo
Testamento. El Nuevo Testamento no suprime ni revoca el Antiguo: por el
contrario, lo cumple y renueva.
Al
leerlo, notarás una conexión aún más estrecha. Una y otra vez, los eventos en
un testamento te recordarán cosas que ocurrieron en el otro. Los teólogos
cristianos llaman a esto tipología: la forma en que esos sucesos y
elementos anteriores prefiguran momentos y objetos posteriores. Por ejemplo,
los cristianos ven en el sacrificio de Isaac (Gn 22, 1-19) como una
prefiguración o tipo, del sacrificio de Jesús en la cruz. Eso no
significa que fuera solo un tipo: también fue un evento real que sucedió
a Abraham e Isaac. Pero Dios usa la historia como un novelista usaría su trama,
para llevarnos a una mejor comprensión de su plan.
El
Catecismo dice que la tipología “significa un dinamismo que se orienta al
cumplimiento del plan divino” (nr. 130). La tipología nos muestra cuál es el
patrón en el plan de Dios. La ofrenda de Abraham prefigura el sacrificio del
cordero pascual durante la huida de Israel de Egipto (Ex 12), así como
los sacrificios de animales del Templo de Jerusalén (que se construyó en el
mismo lugar donde Abraham ofreció a Isaac). Su cumplimiento final fue en la
ofrenda de Cristo y la Iglesia continúa participando en esa ofrenda hoy, cuando
celebramos la Misa, la Eucaristía del Cordero de Dios.
Fuente: (cfr. Breve guía para leer la Biblia, de Scott Hahn. Madrid, 2024)
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