Los
Ministerios Laicales que hoy día pueden instituirse han quedado reducidos a
dos: Lectorado y Acolitado. Etimológicamente, la palabra acólito procede
del griego y significa compañero, derivada a su vez de la voz camino, en
referencia al camino que se recorren en compañía. La figura del acólito está
recogida desde tiempos pretéritos en los rituales celebrativos de la Iglesia,
no en vano hay documentos del siglo XVI en los cuales se hace ya referencia a
su figura, funciones y atuendo.
Mediante
el motu proprio Ministeria Quaedam (15-VIII-72), el Papa Pablo VI
suprimió el subdiaconado y las cuatro órdenes menores (Ostiariado, Lectorado,
Exorcistado y Acolitado), estableciendo en su lugar los ministerios antes
citados de Lectorado y Acolitado. Se establece así una frontera clara y diáfana
entre ministerios ordenados (que se confieren mediante la imposición de manos)
y los demás ministerios, que pueden ser instituidos o simplemente confiados a
los laicos, de manera estable u ocasional (caso típico del que sale a leer o
decir las preces en una ceremonia concreta).
Centrándonos
en los ministerios laicales instituidos diremos que se instituyen en una
ceremonia litúrgica que establece a un varón como lector, salmista o al
servicio del altar como ayudante del sacerdote, como ministro extraordinario de
la Comunión y de la Exposición del Santísimo. Esta institución la hace el
obispo o superior de una Orden religiosa, generalmente dentro de la Misa. Al
lector se le hace entrega de una Biblia y al acólito de patena con pan y cáliz
con vino, simbolizando su función.
Las
funciones del Lector son:
v Proclamación
de la palabra, excepto el Evangelio.
v Salmista
v Director
de canto o coro
v Intencionista
en la Oración de los fieles
v Monitor
o comentador o guía
v Catequista
litúrgico
v Instructor
de lectores ocasionales
Fuente: (Cf) Curso de Liturgia.
(Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
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