Hoy la liturgia dirige nuestra mirada a Dios para que lo contemplemos en su
mismo ser. Sin dejar de reconocer su acción misericordiosa en la historia, nos
empuja a centrarnos en Él. Es el misterio de la Trinidad: tres Personas
distintas, pero un solo Dios. En palabras de san Pablo VI, “el misterio de la
unidad de Dios en la trinidad de Personas es un océano sin orillas”; misterio
inabarcable e incomprensible que, sin embargo, se nos da a conocer y nos llama
a la relación con Él.
En las lecturas se nos recuerda que Dios se ha dado a conocer mediante su
obrar. Progresivamente, como vemos en el Antiguo Testamento, va revelando quién
es hasta llegar a Jesucristo, que nos revela el misterio del Padre y de su
amor.
Creer en la trinidad es creer en el Amor. (…) El misterio de Dios nos
revela a un “Dios compasivo y misericordioso” que hace que, como Moisés,
deseemos que nos acompañe, aunque formemos parte de un “pueblo de dura cerviz”.
Así nos lo recuerda también el Evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que
entregó a su Unigénito”. Benedicto XVI señaló:
“En este entregarse de Dios en la
persona de su Hijo actúa toda la Trinidad: el Padre, que pone a nuestra disposición
lo que más ama; el Hijo que, de acuerdo con el Padre, se despoja de su gloria para
entregarse a nosotros; y el Espíritu, que sale del sereno abrazo divino para inundar
los desiertos de la humanidad”.
Así nos va llevando a la comunicación con Él, para que podamos alcanzar
la felicidad que nuestro corazón anhela (…). Con Su ayuda, vivamos dando gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
David Amado Fernández
Fuente: Magnificat,
junio 2023
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