La gran novedad
de la Eucaristía no está en poner la Misa patas arriba cada vez, sino en la novedad aportada por cada uno de los fieles. La Misa es
para mí nueva cada día si cada día soy consciente de un pecado nuevo que
presentar ante Dios en el acto penitencial; si soy consciente de un nuevo
beneficio de Dios en mi vida por el que quiero dar gracias; o si he descubierto
un nuevo rayo de belleza y amor por el que deseo alabar a Dios.
Es nueva cada
día cuando llevo una nueva pregunta que me quema por dentro y busco una
respuesta en la Palabra que se lee en la Eucaristía; cuando tengo algo nuevo
que ofrecer, especialmente si es algo que me cuesta dar o asumir; cuando me
duele el sufrimiento de mi gente o mi mundo y quiero introducirlo en el cáliz
para interceder por ellos ante Dios. Es esta novedad continua en mi vida
espiritual la que hace que los antiguos ritos de la Eucaristía sean distintos
cada día.
Si hay rutina
en nuestra vida espiritual, ni la celebración más estrambótica podrá aportarnos
novedad alguna. Pero si hay novedad en nuestra
vida espiritual, incluso las Eucaristías idénticas, fotocopiadas, tendrán un
sabor diferente.
Fuente: el Taco del Sagrado Corazón de Jesús, 2023
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