Los cristianos podemos afirmar,
sin temor alguno a equivocarnos, que al morir un ser querido le seguimos amando
ya que la vida no se acaba en este mundo. Y, ¿Cómo seguir am
ando al difunto?
Somos sensibles como fue Jesucristo.
Él lloró por la muerte de su amigo Lázaro y, con toda seguridad, lloraría en la
muerte de sus seres queridos. Pero no SOLO por la tristeza y el recuerdo
seguimos amando, sino fundamentalmente a través de la oración.
Orar por los difuntos
es, por tanto, AMAR a los difuntos.
Siendo conscientes de la
condición humana, pecadora desde el mal uso de la libertad, y evitando hacer
juicios personales que solo a Dios corresponde, es muy clara la enseñanza
tradicional de la Iglesia sobre la existencia del purgatorio y la imposibilidad
de entrar al Cielo sin la absoluta purificación del alma. Por amor fraterno y
por amor de Dios, aliviar ese doloroso tránsito en el purgatorio de las almas
que allí moran a través de nuestra actitud orante hacia ellas con particular
incidencia en la aplicación de la Santa Misa y, si estando en gracia de Dios se
comulga, pidiendo al Señor aplicar a ellas las indulgencias que podamos lucrar.
Destacable debe ser la devoción a
la Santísima Virgen María con el rezo del Santo Rosario, y también el ofrecimiento
de aquellos sacrificios que más nos cuesten.
Es necesario seguir mejorando ya
en vida la atención a los enfermos y/o
ancianos que, objetivamente, estén cerca del fallecimiento. Y preocuparnos también de que reciban la ayuda necesaria a nivel espiritual.
En breve empezamos noviembre: mes
dedicado sobre todo a los difuntos. Meditemos ante el Sagrario sobre nuestra
disposición personal ante la muerte, recordando que tal como
vivimos así probablemente moriremos. Que nuestra reflexión nos lleve
a vivir siempre en Gracia de Dios y a unir la intención propia al deseo de la
salvación de todas las almas.
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