La Iglesia peregrina,
perfectamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de
Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad
el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos oraciones. Nuestra
oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su
intercesión en nuestro favor.
Catecismo de la Iglesia
Católica, n. 958
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