Quinta Estación
Jesús carga con su cruz
«Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo» (Mc 15, 20).
«Y, cargando Él mismo con la cruz, salió al sitio llamado “de la calavera”» (Jn 19, 17).
Cruz no sólo significa madero. Cruz es todo lo que dificulta la vida. Entre las cruces, la más profunda y dolorosa está arraigada en el interior del hombre. Es el pecado que endurece el corazón y pervierte las relaciones humanas. «Porque del corazón salen pensamientos perversos, homicidas, adulterios fornicaciones, robos, difamaciones, blasfemias» (Mt 15, 19). La cruz que ha cargado Jesús sobre sus hombros para morir en ella, es la de todos los pecados de la Humanidad entera. También los míos. Él llevo nuestros pecados en su cuerpo (1Pe 2, 24). Jesús muere para reconciliar a los hombres con Dios. Por eso hace a la cruz redentora. Pero la cruz por sí sola, no nos salva. Nos salva el Crucificado.
Cristo hizo suyo el cansancio, el agotamiento y la desesperanza de los que no encuentran trabajo, así como de los inmigrantes que reciben ofertas laborales indignas o inhumanas, que padecen actitudes racistas o mueren en el empeño por conseguir una vida más justa y digna.
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