Hace algún tiempo, escuche a un amigo con mucho sentido del humor cambiar un refrán conocido por otro más actual; decía así: “noviembre es el mes…en que enciende las luces el Corte inglés”.
La verdad es que la broma me dio que pensar; los cristianos hemos dejado de lado, en muchas ocasiones las fiestas propias, para que sean intereses comerciales o de otro tipo los que nos impongan el calendario.
Así las cosas, pronto comenzarán a bombardearnos con anuncios navideños, luces, cantos… muchos días antes.
Si nos dejamos guiar por las casas comerciales viviremos una Navidad larguísima, fuera de su tiempo y sobre todo, sin preparar y eso hará que, poco a poco, la navidad no tenga ningún sentido.
Por eso en la Iglesia entramos este domingo en el tiempo de Adviento; porque algo tan importante como la Navidad, debe ser preparado con atención; Alguien tan importante como Jesucristo, debe ser esperado con amor.
El tiempo de Adviento es tiempo de preparación, es un saber lo que sucederá (la venida del Señor en gloria al final del tiempo) y lo que celebraremos (la venida del Señor en el tiempo, en Belén de Judá, “estando el universo en paz”).
En este tiempo los cristianos, si queremos vivir la Navidad debemos centrarnos en vivir el adviento. ¿Cómo hacerlo en un mundo que nos habla de una Navidad comercial, mucho antes de la Navidad real? Quizá sea bueno aprovechar los medios que el mundo nos ofrece y dirigirlos a lo que debe ser en nuestra vida cristiana.
Cuando veamos que las luces se encienden por las calles y los comercios, recordemos que solo Cristo es nuestra luz y pensemos ¿estoy dejándome iluminar por Cristo o por otras luces? Por eso el adviento es un buen momento para rectificar, para acudir al sacramento de la confesión.
Cuando se nos invite a consumir sin medida, recordemos que Cristo es el gran regalo de Dios a la humanidad y Él, que nació y vivió en pobreza, nos invita a celebrarle en los pobres y necesitados. El Adviento es un buen momento para decidir hacernos socios de Caritas y ayudar a los más necesitados.
Cuando pongamos el nacimiento en casa, recordemos que hasta la noche del veinticuatro, la cuna del niño debe estar vacía, y que podemos aprovechar esa cena de nochebuena para que los más pequeños de casa, junto con sus padres, pongan la figurita del Niño Dios, y canten algún villancico y recen alguna oración con toda la familia reunida en torno al portal.
Si ponemos el árbol de navidad, será bueno que permanezca apagado hasta esa noche, recordando que las luces representan a los ángeles que quisieron estar cerca del portal para presenciar aquella noche tan dichosa que pasó desapercibida a los poderosos y a la que solo asistieron unos pobres pastores, representantes de todos los humildes y sencillos de la historia.
En resumen, la Navidad no son los regalos ni las comidas ni los falsos y efímeros sentimientos; la Navidad es Jesús que vino, que viene y que vendrá, por eso la Iglesia nos concede este tiempo, para prepararnos. El adviento no es un tiempo comercial, es tiempo de espera amorosa de Aquel que es el Amor.
D. Casimiro Fernández Núñez, en O Candil, noviembre de 2011.
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