10. La creación que se renueva
Es
significativo que la situación, en la que marido y mujer se unen tan
íntimamente entre sí que forman «una sola carne», se defina como
«conocimiento». Recordemos las palabras que dijo María en la Anunciación:
«¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?» (Lc 1, 34). El
«conocimiento», del que habla el Génesis 4, 1 «Conoció el hombre a su mujer,
que concibió y parió a Caín, diciendo: ‘He alcanzado de Yahvé un varón’» y
todos los textos sucesivos de la Biblia, llega a las raíces más íntimas de ese
ser concreto, que el hombre y la mujer deben a su sexo.
Este
«conocimiento» corresponde a la consumación del matrimonio, mediante el
cuerpo. En el «conocimiento», de que habla el Génesis 4, 1, el misterio
de la feminidad se manifiesta y se revela hasta el fondo mediante la
maternidad, como dice el texto: «la cual concibió y parió». La mujer está ante
el hombre como madre, sujeto de la nueva vida humana que se concibe y se
desarrolla en ella, y de ella nace al mundo. Así se revela también hasta el
fondo el misterio de la masculinidad del hombre, es decir, el significado
generador y «paterno» de su cuerpo. *La procreación hace que «el varón y la
mujer» se conozcan recíprocamente en el «tercero» que trae origen de los dos*.
En la
maternidad y paternidad se hace patente como la constitución de la mujer es
diferente respecto al varón; más aún, hoy sabemos que es diferente hasta en sus
determinantes bio-fisiológicas más profundas. Se manifiesta exteriormente sólo
en cierta medida, en la estructura y en la forma de su cuerpo. La maternidad
manifiesta esta constitución interiormente, como particular potencialidad del
organismo femenino, que con peculiaridad creadora sirve a la concepción y a la
generación del ser humano, con el concurso del varón. El «conocimiento»
condiciona la generación. El ciclo del «conocimiento-generación», tan
profundamente arraigado en la potencialidad del cuerpo humano, fue sometido,
después del pecado, a la ley del sufrimiento y de la muerte.
La
masculinidad encierra en sí el significado de la paternidad, y la feminidad el
de la maternidad. Toda la constitución exterior del cuerpo de la mujer, su
aspecto particular que, con la fuerza de un atractivo perenne están al comienzo
del «conocimiento», de que habla el Génesis 4, 1 están en unión estrecha con la
maternidad. La Biblia (y después la liturgia), con la sencillez que le es
característica, honra y alaba a lo largo de los siglos «el seno que te llevó y
los pechos que te amamantaron» (Lc 11, 2).
«He
alcanzado un varón». La primera mujer parturienta tiene plena conciencia del
misterio de la creación, que se renueva. Tiene también plena conciencia de la
participación creadora que tiene Dios en la generación humana, obra de ella y
de su marido, puesto que dice: «He alcanzado de Yahvé un varón». *Las palabras
del libro del Génesis, que son un testimonio del primer nacimiento del hombre
sobre la tierra, encierran en sí, al mismo tiempo, todo lo que se puede y se
debe decir de la dignidad de la generación humana*.
*El libro
del Génesis pone de relieve que el hombre y la mujer han sido creados para el
matrimonio: «...Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se unirá a
su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne» (Gen 2, 24). De este modo se
abre la gran perspectiva creadora de la existencia humana, que se renueva
constantemente mediante la procreación*.
El hombre, a
pesar de todas las experiencias de la propia vida, a pesar de los sufrimientos,
de las desilusiones de sí mismo y de su estado pecaminoso, reconoce sin
embargo, el «conocimiento» al «comienzo» de la «generación»; él así parece
participar en esa primera «visión» de Dios mismo: Dios Creador «vio..., y he
aquí que era todo muy bueno». Y, siempre de nuevo, confirma la verdad de estas
palabras.
Fuente:
Tomado de Teología del Cuerpo de Juan Pablo II
*Reflexión*:
¿Que significa la frase «la participación creadora que tiene Dios en la
generación humana»?
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