lunes, 18 de febrero de 2019

Catequesis del Papa sobre la Misa (XIV)


RESUMEN DE LA CATEQUESIS DEL 4 DE ABRIL DE 2018
El Papa dedicó esta última Catequesis sobre la Misa a explicar los ritos conclusivos. Empezó recordado que al terminar la Misa, se abre el compromiso del testimonio cristiano. Los cristianos no van a misa para hacer una tarea semanal y después se olvidan, no. Los cristianos van a misa para participar en la Pasión y Resurrección del Señor y después vivir más como cristianos.. Salimos de la iglesia para «ir en paz» y llevar la bendición de Dios a las actividades cotidianas, a nuestras casas, a los ambientes de trabajo, entre las ocupaciones, «glorificando al Señor con nuestra vida».
Celebrar la Eucaristía significa dejar actuar a Cristo en nuestras obras: que sus pensamientos sean los nuestros, sus sentimientos los nuestros, sus elecciones las elecciones. Y esto es santidad: hacer como hizo Cristo es santidad cristiana. Los cristianos son hombres y mujeres que se dejan agrandar el alma con la fuerza del Espíritu Santo, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Dejaos agrandar el alma! Almas anchas, almas grandes, con grandes horizontes... dejaos alargar el alma con la fuerza del Espíritu, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Ya que la presencia real de Cristo en el Pan consagrado no termina con la misa, la eucaristía es custodiada en el sagrario para la comunión para los enfermos y para la adoración silenciosa del Señor en el Santísimo Sacramento; el culto eucarístico fuera de la misa, tanto de forma privada como comunitaria, nos ayuda de hecho a permanecer en Cristo.
Los frutos de la misa, por tanto, están destinados a madurar en la vida de cada día. Entonces, encendiendo en nuestros corazones la caridad divina, ¿la eucaristía qué hace? Nos separa del pecado.
Finalmente, participar en la eucaristía compromete en relación con los otros, especialmente con los pobres.
Llevando el tesoro de la unión con Cristo en vasijas de barro (cf. 2 Corintios 4, 7), necesitamos continuamente volver al santo altar, hasta cuando, en el paraíso, disfrutemos plenamente la bienaventuranza del banquete de bodas del Cordero (cf. Apocalipsis 19, 9).
Demos gracias al Señor por el camino de redescubrimiento de la santa misa que nos ha donado para realizar juntos durante estas catequesis, y dejémonos atraer con fe renovada a este encuentro real con Jesús, muerto y resucitado por nosotros, nuestro contemporáneo.

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