El 28 de febrero de 2018 el Papa Francisco dedicó la catequesis del
miércoles a continuar explicando la Misa y se centró en la liturgia
eucarística. En ella, la Iglesia hace continuamente presente el Sacrificio de
la nueva alianza sellada por Jesús sobre el altar de la Cruz. Fue el primer
altar cristiano, el de la Cruz, y cuando nosotros nos acercamos al altar para
celebrar la misa, nuestra memoria va al altar de la Cruz, donde se hizo el
primer sacrificio. El sacerdote, que en la misa representa a Cristo, cumple lo
que el Señor mismo hizo y confió a los discípulos en la Última Cena: tomó el
pan y el cáliz, dio gracias, los pasó a sus discípulos diciendo: «Tomad,
comed... bebed: esto es mi cuerpo... este es el cáliz de mi sangre. Haced esto
en memoria mía».
En la preparación de los dones son llevados al altar el pan y el vino, es
decir los elementos que Cristo tomó en sus manos. En la Oración eucarística
damos gracias a Dios por la obra de la redención y las ofrendas se convierten
en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Siguen la fracción del Pan y la
Comunión, mediante la cual revivimos la experiencia de los Apóstoles que
recibieron los dones eucarísticos de las manos de Cristo.
Está bien que sean los fieles los que presenten el pan y el vino en las
manos del sacerdote y este las pone en el altar que es el centro de toda la
Liturgia Eucarística. Es decir, el centro de la misa es el altar, y el altar es
Cristo; siempre es necesario mirar el altar que es el centro de la misa.
Ciertamente, nuestra ofrenda es poca cosa, pero Cristo necesita de este poco.
Nos pide poco, el Señor, y nos da tanto. Nos pide poco. Nos pide, en la vida
ordinaria, buena voluntad; nos pide corazón abierto; nos pide ganas de ser
mejores para acogerle a Él que se ofrece a sí mismo a nosotros en la
eucaristía; nos pide estas ofrendas simbólicas que después se convertirán en su
cuerpo y su sangre. En los días de fiesta se inciensan los dones presentados,
la cruz, el altar, el sacerdote y el pueblo. Y no olvidar: está el altar que es
Cristo, pero siempre en referencia al primer altar que es la Cruz, y sobre el
altar que es Cristo llevamos lo poco de nuestros dones, el pan y el vino que
después se convertirán en el tanto: Jesús mismo que se da a nosotros.
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