lunes, 28 de marzo de 2016

Poema de teología y de espiritualidad


La expresión del título, "poema de teología y de espiritualidad", está tomada del gran Papa que fue Pablo VI en una de sus homilías de la Vigilia pascual.

En efecto, la liturgia de la Vigilia pascual, la celebración nocturna de la Pascua del Señor, es la liturgia más solemne y esplendorosa que tenemos anualmente; su desarrollo es el más cuidado. 



El momento -la noche misma-, el combate entre luz y tinieblas, el fuego nuevo y el encendido del Cirio pascual; la sucesión de nueve lecturas, sus salmos y oraciones; los ritos bautismales, la renovación de las promesas bautismales y la aspersión con el agua bendecida a todos los fieles; la solemne oración de los fieles; y la Eucaristía pascual celebrada con todo cuidado, toda solemnidad...


Es la noche de las noches, esplendorosa, cuando resucita el Señor y la Iglesia, como las vírgenes prudentes, están con las lámparas encendidas aguardando a Cristo. 



La Iglesia desborda de gozo y fiesta: las mejores vestiduras litúrgicas y los más finos manteles para el altar; el exorno floral, como jardín del Reino; las patenas, cálices y copones mejor labrados y cincelados; los candelabros y la cera nueva...



En lo interior, el rito mismo, con ritos solemnes, lecturas y oraciones pausadas, permite y logra que todo confluya en el Señor resucitado y que los fieles vean y vivan una obra maestra de teología y espiritualidad, de vivencia y actualización. Si se dejan llenar del espíritu de la Vigilia pascual, si entran en el Misterio, si dejan empapar sus almas de lo que allí se realiza santamente, percibirán hasta qué punto la Vigilia pascual es central en la vida y experiencia cristiana y cómo en ella se eleva un poema al Señor, lleno de teología y de honda espiritualidad.


         "La nota dominante de la Liturgia, tan completa, alta y rica, de la Vigilia pascual, verdadero poema de teología y de espiritualidad, se da por un hecho recurrente y siempre nuevo. Como en cualquier otra sagrada manifestación, se verifica la unión de dos polos: el divino y el humano. Y aquí –lo acabamos de escuchar en el Pregón Pascual, el Exsultet- se confirma que “terrenis caelestia, humanis divina iunguntur”, es para poner en evidencia que el interés, en un cierto punto, más que detenerse en Cristo, el protagonista, el centro bendito de cada acto litúrgico, se efunde sobre el pueblo humano, sobre el mundo creado.



         Se podría, con una comparación, explicar este sorprendente fenómeno. Quien es deslumbrado por un potente faro de luz, cual es el Lumen Christi, hace poco aclamado, queda como asombrado e incapaz de fijar la mirada en tanto esplendor. Se da cuenta, en cambio, de su potencia, deteniéndose en las cosas que lo circundan, tomando conciencia de cuanto lo rodea.



         Repiensa, por eso, en esta Vigilia, en el canto de las profecías, en la bendición del fuego, del cirio, del agua; y ve que el cosmos entero participa en una fiesta, en la que la historia humana halla su centro. Advierte sobre todo que la primera consecuencia de la Resurrección de Cristo está en la resurrección del hombre, en la participación de la humanidad entera en tan inigualable victoria" (Pablo VI, Hom. en la Vigilia pascual, 17-abril-1965).



Al vivir la Vigilia pascual hay que disponerse, no se puede improvisar. Desde luego lo primero es asistir -y cuántas veces habrá que repetirlo y enseñarlo y animar para que todos estén en la Vigilia y no se ausenten por falta de costumbre o comodidad-; a la vez hay que asistir con el alma abierta a la Gracia de Dios y a la utilidad, pedagogía y mística de la sugestiva sucesión de ritos, acciones litúrgicas, oraciones, lecturas, cantos, silencios.


Sin lugar a dudas, es un poema de teología y de espiritualidad, porque eleva a Dios y une mística y sacramentalmente a Cristo, pero también lo es de teología ya que contiene la fe de la Iglesia en las oraciones en las que se habla a Dios sobre la Pascua de su Hijo.




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