El sacramento de la penitencia, también llamado de la CONFESIÓN, es el
sacramento instituido por Cristo, que perdona los pecados cometidos después del
bautismo y obtiene la reconciliación con la Iglesia, al pedir perdón ante un
sacerdote y recibir la absolución sacramental.
El pecado puede ser mortal o
venial.
EL PECADO MORTAL
Destruye el principio vital de la caridad en el corazón del hombre, por una
infracción grave de la ley Divina. Aparta al hombre de Dios.
Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones:
1. Violar uno de los mandamientos en materia grave.
2. Plena advertencia.
3. Perfecto consentimiento.
El pecado mortal, si no es borrado por el arrepentimiento y el perdón de
Dios, causa la exclusión del Reino de Dios y la muerte eterna del infierno.
EL PECADO VENIAL
Deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere. El pecado venial
impide el progreso del alma. El pecado venial deliberado y que permanece sin
arrepentimiento, nos dispone rápidamente o poco a poco a cometer pecado mortal.
El pecado venial no rompe la alianza con Dios; no priva de la gracia
santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni por lo tanto, del
cielo.
Luego de que el penitente ha confesado sus pecados el sacerdote le da la
absolución que borra los pecados.
PARA UNA BUENA CONFESIÓN
A. Examen de conciencia.
B. Dolor de los pecados.
C. Decir los pecados al confesor.
Esta confesión de pecados debe ser:
Sincera
Completa
Humilde
Prudente
Breve
D. Cumplir la penitencia.
E. Propósito de la enmienda.
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