Se acaba el
día de la Inmaculada. No suelo escribir muchas entradas, ni me
gusta poner largos textos que dificulten su lectura. Sin embargo antes de
cerrar los ojos esta noche para esos lectores fieles de este blog os dejo para
ahora o para cuando podáis este texto. A mí me ha ayudado a rezar hoy. Seguro
que no sólo a mí.
La Virgen me
invita a cantar el misterio que yo contemplo con admiración. Hijo de Dios, dame
tu don admirable, haz que temple mi lira, y que consiga detallar la imagen
completamente bella de la Madre bien amada.
La Virgen María da al mundo a su Hijo quedando virgen,
amamanta al que alimenta a las naciones, y en su casto regazo sostiene al que
mantiene el universo. Ella es Virgen y es Madre, ¿qué no es?
Santa de cuerpo, completamente hermosa de alma, pura
de espíritu, sincera de inteligencia, perfecta de sentimientos, casta, fiel,
pura de corazón, leal, posee todas las virtudes.
Que en María se alegre toda la estirpe de las
vírgenes, pues una de entre ellas ha alumbrado al que sostiene toda la
creación, al que ha liberado al género humano que gemía en la esclavitud.
Que en María se alegre el anciano Adán, herido por la
serpiente. María da a Adán una descendencia que le permite aplastar a la
serpiente maldita, y le sana de su herida mortal.
Que los sacerdotes se alegren en la Virgen bendita.
Ella ha dado al mundo el Sacerdote Eterno que es al mismo tiempo Víctima. Él ha
puesto fin a los antiguos sacrificios, habiéndose hecho la Víctima que apacigua
al Padre.
Que en María se alegren todos los profetas. En Ella se
han cumplido sus visiones, se han realizado sus profecías, se han confirmado
sus oráculos.
Que en María se gocen todos los patriarcas. Así como
Ella ha recibido la bendición que les fue prometida, así Ella les ha hecho
perfectos en su Hijo. Por Él los profetas, justos y sacerdotes, se han
encontrado purificados.
En lugar del fruto amargo cogido por Eva del árbol
fatal, María ha dado a los hombres un fruto lleno de dulzura. Y he aquí que el
mundo entero se deleita por el fruto de María.
El árbol de la vida, oculto en medio del Paraíso, ha
surgido en María y ha extendido su sombra sobre el universo, ha esparcido sus
frutos, tanto sobre los pueblos más lejanos como sobre los más próximos.
María ha tejido un vestido de gloria y lo ha dado a
nuestro primer padre. Él había escondido su desnudez entre los árboles, y es
ahora vestido de pudor, de virtud y de belleza. Al que su esposa había derribado,
su Hija le alza; sostenido por Ella, se endereza como un héroe.
Eva y la serpiente habían cavado una trampa, y Adán
había caído en ella; María y su real Hijo se han inclinado y le han sacado del
abismo.
La vid virginal ha dado un racimo, cuyo suave jugo
devuelve la alegría a los afligidos. Eva y Adán en su angustia han gustado el
vino de la vida, y han hallado completo consuelo.
San Efrén el
Sirio
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