Sufrió hasta la emoción cuando falleció su querido Papa Juan Pablo II (Jesús no tenía concepto de la muerte, pero sí un tremendo sentido natural del dolor y la enfermedad). La misma triste emoción la sentía cuando sucedió el atentado de las Torres Gemelas, el del Metro de Madrid, los atentados de ETA, o imágenes de desgracias naturales. A él le sorprendían cada vez que las veía… No como a nosotros que parece que ya casi “esas cosas” no nos afectan. Él decía “Señores malos” y se emocionaba profundamente.
Su música favorita: las rancheras mexicanas y también oír a los tres tenores, incluso sabía diferenciar cuál era cada una de las Cuatro Estaciones de Vivaldi. La música siempre le acompañó. Hasta las últimas horas en que su hermana le susurró al oído su mexicana favorita…
Jesús viajó mucho. Le encantaba ir de viaje y de excursión. A todos los que podía: al zoo de Barcelona; a la playa a Tarragona; a las cafeterías; a nuestras tiendas; a poblaciones medievales; a comer al restaurante; a la nieve; en autobús; en tren; a caballo;… Su familia quería que él no se aislara y quería que la gente no fuera ajena a estas realidades. ¡Y él encantado con las excursiones!
Fue muy divertida la visita que hicimos al zoo de Barcelona en abril de 2011. Tooodos aquellos animales que su hermana le enseñaba en los libros o que veía en la televisión ¡ahora eran de verdad! ¡se movían! Un oso, la “jafa” [jirafa] ¡qué grande!, muchos “piínos” que parecen pájaros con frac, ¡…qué miedo da el león! ¡Y cómo saltan los monos! “¿Copito de nieve no está?” “No, Jesús, Copito de Nieve es muy mayor y está durmiendo porque se cansa mucho…”
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En cuanto al baloncesto era de los Angeles Lakers, sin discusión. Y los mejores jugadores del mundo: Pau Gassol y Lebron James. Pero su deporte favorito, sin ningún tipo de dudas, era el ciclismo. Veía todas las ediciones del Tour y de la Vuelta que, en muchas ocasiones, pudo ver pasar en directo por la calle donde vivía en Andorra. ¡Un chico muy deportista!
El núcleo familiar se entregó mucho a él. Y no les pesó para nada. Era duro, porque en los últimos años su movilidad ya era limitada y él pesaba mucho porque era, como buen gallego, muy buen comedor (no usaba silla de ruedas), pero verlo sonreír compensaba el esfuerzo.
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