Otra impresionante historia de perdón cristiano.
Sor Marcelina Muñiz pertenece a la congregación de las Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia.
El 14 de febrero del 2010 una perturbada del Albergue Covadonga, en el que lleva años prestando asistencia a los más desfavorecidos, la acuchilló en el hombro y en el cuello sin mediar palabra ni motivo. Estuvo al borde de la muerte varias horas. Una de las cuchilladas se quedó a un milímetro de la vena cava. Perdió muchísima sangre. Los médicos la salvaron de la muerte "de milagro". Estuvo doce días en reanimación y dos en planta. Cuando volvió al albergue había perdido la facultad de caminar. Nunca más podrá utilizar con normalidad su brazo izquierdo, dañado hasta el tuétano. La prensa ha recogido el impacto de su llamativo testimonio de perdón durante el juicio celebrado esta semana en los Juzgados de lo Penal de Gijón. Son destacadas las declaraciones que hace la religiosa a La Voz de Asturias: "La he perdonado. De hecho, la perdoné el mismo día que me hizo lo que me hizo. Si Cristo perdonó a los ladrones, ¿cómo no voy a perdonar yo a una pobre chica que no tiene donde caerse? Dios ya la había perdonado mucho antes que yo. La perdono porque es mi obligación como religiosa y como ser humano. Es algo natural. No entiendo por qué causa tanta sorpresa que perdone a mi agresora. Si las relaciones humanas fueran menos complicadas, habría menos guerra y menos hambre". Los estudios periciales han determinado que María Belén Montero sufre un trastorno grave de la personalidad. Sufre alucinaciones. En su cerebro se cuela la obsesión de que alguien quiere envenenarla. "No soy psiquiatra. No entiendo de esas cosas, pero me da igual. Para mí, es una hermana". Sor Marcelina dejó Gijón el pasado mes de abril (es natural de León) para desplazarse a Zaragoza, donde ejerce de voluntaria en labores sociales de su congregación. "No podía seguir en Gijón. Me quedé tan mal después de la agresión que las hermanas que residen en el albergue Covadonga no podían atenderme bien porque son muy pocas, tan sólo tres. En Zaragoza estoy mejor atendida. Cuando las hermanas me fueron a despedir a mi entrada al quirófano, estaban convencidas de que me moriría. Yo también, pero tuve fe: les dije que no se preocuparan, porque había hablado con Dios y sabía que me salvaría. Y así fue: Dios oyó mis plegarias". Ahora, su agresora es el objeto de sus ruegos. "Sé que Dios intercederá por ella como intercedió por mí en su día". Montero afronta diez años de cárcel y 21.000 euros de indemnización. "Espero que se oigan mis plegarias y no ingrese en prisión, sino en un centro especializado en el que la puedan cuidar y en el que pueda rehabilitarse. Me daría mucha pena que la metieran en prisión". La religiosa regresó de nuevo al Albergue Covadonga. Internos de larga duración, fieles y hermanas la protegen, muchos emocionados por el gesto que antes Marcelina Muñiz ha tenido en los juzgados. "Me salió de lo más íntimo".
Ya fue hace más de un año, pero esta historia me gusta para esta Cuaresma.
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