Quedan 15 días para el próximo primer sábado de mes y es un buen momento para recordar la petición que hizo la Virgen María en 1925 a Lucía, la vidente de Fatima, en Pontevedra.
Cuando
Nuestra Señora se apareció el 13 de julio de 1917 a Lucía, Francisco y Jacinta,
les dio un mensaje crucial: que, para salvar las almas, Dios había querido
establecer la devoción a Su Inmaculado Corazón en todo el mundo. Dios ha provisto el Inmaculado Corazón de Su
Madre como medio seguro y fácil para arrancar las almas del peligro del infierno;
primero la de cada uno; luego, las de los seres queridos; incluso las almas de
los más grandes pecadores, porque la misericordia y el poder del Inmaculado
Corazón de María no tienen límite.
Nuestra
Señora les dijo entonces que vendría nuevamente para solicitar la Consagración
de Rusia por parte del Papa y los obispos, y la Comunión de Reparación de los Primeros
Sábados para que se hiciera por todos los católicos. Ella prometió que, “si se
hace lo que te digo, muchas almas se salvarán y habrá paz”.
Fiel
a Su palabra, Nuestra Señora regresó ocho años después, apareciéndose a Lucía donde
residía entonces, en el convento de las Doroteas, en Pontevedra, para pedir la
Comunión de Reparación cada Primer Sábado de mes.
Fue
la tarde del jueves 10 de diciembre de 1925, cuando el Niño Jesús y la
Santísima Virgen se aparecieron a Lucía, postulante en el convento, pidiéndole los
Primeros Sábados de Reparación, manifestándole Su deseo de que lo diera a
conocer.
Sucedió
después de la cena, cuando Lucía había regresado a su celda. El relato que contó
Lucía fue el siguiente:
“La Santísima Virgen se le apareció y,
a Su lado, elevado sobre una nube luminosa, estaba el Niño Jesús. La Santísima
Virgen posó Su mano sobre el hombro de Lucía y, al hacerlo, le mostró un
corazón rodeado de espinas que tenía en la otra mano, al mismo tiempo que el Niño
Jesús decía:
«Tened compasión del
Corazón de vuestra Madre Santísima, cubierto de espinas, con que los hombres
ingratos lo traspasan a cada momento, y no hay quien haga acto de Reparación
para quitárselas»”.
Entonces,
la Santísima Virgen, dijo:
«Mira, hija Mía, Mi
Corazón, rodeado de espinas con las que los hombres ingratos Me traspasan a
cada momento con sus blasfemias e ingratitudes. Procura, al menos consolarme, y
anuncia en Mi nombre que Yo prometo asistir en el momento de la muerte, con todas las
gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que, el Primer
Sábado de cinco meses consecutivos, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión,
recen cinco misterios del Rosario y Me acompañen durante quince minutos mientras
meditan los quince misterios del Rosario con la intención de repararme».
La desproporción entre “La pequeña devoción” solicitada y la inmensa gracia que se le atribuye, nos revela el inmenso poder de intercesión concedido a la Santísima Virgen María para la salvación de las almas. Esto es coherente con la teología católica, como enseñaba San Alfonso, obispo y doctor: “El Hijo: omnipotente por naturaleza; la Madre sólo lo es por gracia”.
El
padre Alonso explicó: “Esta gran promesa no es sino una nueva manifestación de
este amor de complacencia que la Santísima Trinidad tiene por la Santísima
Virgen. A tan humildes prácticas, tales almas aceptan la promesa con amor
filial y un corazón sencillo y lleno de confianza en la Santísima Virgen María”.
En
resumen; el primer fruto de la devoción del Primer Sábado es la salvación de
quien la practica. Pero hay mucho más en la promesa de nuestra Señora, pues un espíritu
apostólico y misionero impregna la espiritualidad de Fátima. Esta devoción
de Reparación puede convertir a los pecadores en peligro de perderse y es un
medio intercesor muy eficaz para obtener la paz para el mundo del Inmaculado
Corazón de María.
Fuente: (cfr) Centro de Fátima (www.fatima.org)
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