La temporada de
Adviento cae cada año en el oscuro mes de diciembre y es un mes en el que
vemos el tema general de la temporada litúrgica reflejado en la naturaleza.
La oscuridad se ha apoderado del mundo y aumenta más a cada día. Sin embargo,
hay esperanza por la pronta llegada de los días que empezarán a alargarse y
del sol que conquistará la noche. La tierra revela que existe una luz en este
oscuro lugar y esa Luz reina triunfante.
La Iglesia hace
aún más visible esta verdad con una antigua tradición (a menudo olvidada) llamada
Misa “Rorate Caeli”. Esta misa votiva durante el Adviento en honor de la
Santa Madre recibe su nombre de las primeras palabras del canto de apertura
en latín, “Rorate caeli”, es decir “Derramad, oh cielos”.
Lo peculiar de
esta celebración de la Eucaristía es que se celebra tradicionalmente a
oscuras, con la única luz de las velas y justo antes del amanecer. Primero de
todo, ya que la misa se celebra normalmente justo antes del amanecer, los
cálidos rayos del sol invernal van iluminando lentamente la iglesia.
Por último,
encontramos un hermoso destello de simbolismo en la costumbre de que todos
los presentes sostengan velas encendidas a lo largo de la misa.
En definitiva,
la Misa “Rorate” es una bella tradición en la Iglesia que nos ayuda a entrar
en la temporada de Adviento. Por encima de todo nos ayuda a recordar y a
reflexionar sobre una verdad central de nuestra fe: la oscuridad es una
sombra pasajera y huye más rápidamente cuando ve una multitud de luces.
Una muestra de
que la tradición sigue es la invitación a vivir esta costumbre de Adviento
que hizo en diciembre de 2016 el Papa Francisco, cuando se dirigió a los
peregrinos polacos en la audiencia de los miércoles y los invitó a vivir la
costumbre de las Misas Rorate durante el Adviento.
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