Durante 40 días, iremos publicando aquí una síntesis de las 129 catequesis que San Juan Pablo II dio en Roma semanalmente entre 1979 y 1984. Son conocidas como La Teología del Cuerpo. Gracias a este resumen cualquiera se puede beneficiar de este conocimiento que recomendamos especialmente a jóvenes, matrimonios y personas que desean poder orientar a sus hijos en estos temas. El único requisito es que les guste leer porque el contenido es profundo.
PARTE I. LA UNIDAD
ORIGINARIA DEL HOMBRE Y LA MUJER*
1. *El valor del ser
humano*
Para hablar del valor
de la sexualidad debemos hablar primero del valor del hombre. Empecemos pues
escuchando a Jesús para de su mano ir transitando el camino. En los Evangelios
de San Mateo y de San Marcos aparece una conversación con los fariseos en la que
ellos le preguntaban a Jesús por la indisolubilidad del matrimonio. Veamos el
pasaje: «Se le acercaron unos fariseos con propósito de tentarle, y le
preguntaron: ¿Es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa? El respondió:
¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Y dijo:
Por eso dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer, y serán
los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por
tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. Ellos le replicaron: Entonces
¿cómo es que Moisés ordenó dar libelo de divorcio al repudiar? Él le dijo: Por
la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres,
pero al principio no fue así» (Mt 19, 3 ss; Mc 10, 2 ss).
En esta conversación
Jesús se refiere dos veces al «Principio» para hacer referencia a las Palabras
del Génesis. Remitámonos entonces al Génesis para nuestro análisis: En el
relato de los siete días de la creación, al momento de llegar al hombre el
Creador parece detenerse para tomar una decisión: «Hagamos al hombre a nuestra
imagen y a nuestra semejanza...» (Gen 1, 26). La narración bíblica no habla de
su semejanza con el resto de las criaturas, sino solamente con Dios. *La
definición del hombre sobre la base de su relación con Dios («a imagen de Dios
lo creó»), incluye la imposibilidad absoluta de reducir el hombre al «mundo».
Es decir que desde las primeras frases de la Biblia se deja claro que el hombre
no puede ser ni comprendido ni explicado hasta el fondo con las categorías
sacadas del «mundo», es decir, el conjunto visible de los cuerpos. A pesar de
esto también el hombre es cuerpo.*
La frase «varón y
hembra los creó» (Gen 1, 27) constata que esta verdad esencial acerca del
hombre se refiere tanto al varón como a la hembra e induce a reflexionar en que
Dios ha plasmado al hombre en el misterio de la creación como varón y
hembra. En la descripción de la creación del Génesis 1, es necesario entender
también el aspecto del valor: «Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho»-
(Gen 1, 31). Esto se refiere también al hombre, incluyendo su cuerpo ya que el
hombre, al que Dios ha creado «varón y mujer», lleva impresa en el cuerpo,
«desde el principio», la imagen divina.
El segundo relato de
la creación el cual aparece en el capítulo 2 del Génesis, en el cual se narra
que el hombre no encontró en los animales de la creación una ayuda adecuada
(Gen 2, 20), constituye, en cierto modo, la más antigua descripción registrada
de la autocomprensión del hombre y, junto con el capítulo 3, es el primer
testimonio de la conciencia humana. La autocomprensión y conciencia
característicos del hombre confirman su realidad de ser creado «a imagen de
Dios».
Fuente: Tomado de Teología
del Cuerpo de Juan Pablo II
*Reflexión:* ¿Soy consciente de ser creado a imagen y semejanza de Dios?
¿Qué implicaciones tiene esto en mi vida?
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