Un alma caritativa,
llena del amor a Dios,
liberaba a los cautivos
en poder del invasor,
Era San Pedro Nolasco,
de los presos fiel guardián,
y por nombre le pusieron
Cónsul de la Libertad.
Turcos, sarracenos, árabes,
dueños del Mediterráneo,
traficaban con los hombres
vencidos y hechos esclavos.
El Santo Pedro Nolasco
vendió cuanto él poseía
para salvar del oprobio
rescatando muchas vidas.
En 1218,
año de gracia de Dios,
la Virgen de la Merced
al Santo se apareció.
Le encomendó que fundara
comunidad religiosa
que auxiliara a los cautivos
por fe y por misericordia.
Así comenzó inspirada
la fundación de esta Orden,
frailes que aún dan su vida
por la vida de otros hombres.
Extienden por todo el mundo
el culto a Nuestra Señora
la Virgen de la Merced,
Madre de misericordia.
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