Es bonito ver cómo muchos peregrinos se acercan desde lejos para rezar juntos a Dios ante la tumba del Apóstol Santiago.
Desde estas tierras de A Maía también se hizo una peregrinación especial casi a comienzos del Año Santo y seguramente muchos otros os habéis encaminado al templo del Apóstol Santo para familiar o individualmente presentarle vuestras oraciones.
En este día de su fiesta, ¡25 de julio! podemos pedirle la gracia de que nos dé ganas de ser apóstoles teniendo también nosotros la suerte de vivir la experiencia de aquellos cuya vida se vió transformada al encontrarse con Cristo Jesús.
La experiencia de Santiago es ante todo la de una puesta en marcha. Con Juan, su hermano Pedro, Andrés y los otros apóstoles, Santiago entendió esta llamada para dejarlo todo y seguir a Cristo.
Dejaron su familia, su pueblo, su profesión, las orillas del lago, sus proyectos, sus sueños, para seguir a Jesucristo. Solamente este desgarramiento les permitió echar a andar, descubrir una nueva vida, la experiencia de una conversión personal, el descubrimiento de un rostro inédito de Dios, a través del rostro del profeta de Nazaret.
El peregrino se marcha de su casa; no puede llevarlo todo. Cada uno tiene que hacer su propia elección. Deja su país, como Abraham; va hacia un país que Dios nos quiere dar. Se dispone a recibir lo que es nuevo, inédito, una nueva manera de ver la vida, de ver a los demás, de vernos y de ver a Dios.
Desde estas tierras de A Maía también se hizo una peregrinación especial casi a comienzos del Año Santo y seguramente muchos otros os habéis encaminado al templo del Apóstol Santo para familiar o individualmente presentarle vuestras oraciones.
En este día de su fiesta, ¡25 de julio! podemos pedirle la gracia de que nos dé ganas de ser apóstoles teniendo también nosotros la suerte de vivir la experiencia de aquellos cuya vida se vió transformada al encontrarse con Cristo Jesús.
La experiencia de Santiago es ante todo la de una puesta en marcha. Con Juan, su hermano Pedro, Andrés y los otros apóstoles, Santiago entendió esta llamada para dejarlo todo y seguir a Cristo.
Dejaron su familia, su pueblo, su profesión, las orillas del lago, sus proyectos, sus sueños, para seguir a Jesucristo. Solamente este desgarramiento les permitió echar a andar, descubrir una nueva vida, la experiencia de una conversión personal, el descubrimiento de un rostro inédito de Dios, a través del rostro del profeta de Nazaret.
El peregrino se marcha de su casa; no puede llevarlo todo. Cada uno tiene que hacer su propia elección. Deja su país, como Abraham; va hacia un país que Dios nos quiere dar. Se dispone a recibir lo que es nuevo, inédito, una nueva manera de ver la vida, de ver a los demás, de vernos y de ver a Dios.
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