Ante un mundo
roto, herido, en el que tantas personas son descartadas, y en el que cunde la
desesperanza, el papa Francisco en su carta encíclica Fratelli tutti
invita a todos a recuperar la capacidad de soñar un futuro mejor y a la Iglesia
a ser servidora de un proyecto de fraternidad para toda la humanidad, a ser
testigos de la esperanza. De tal manera que reconociendo la dignidad de cada
persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo universal de
hermandad. (…) Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en
la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante (…). Los sueños se
construyen juntos. Soñemos una única humanidad, como caminantes de la misma
carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno
con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos
hermanos (FT, n. 8).
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