Hoy,
“Domingo de Ramos, se conmemora la entrada de Cristo en Jerusalén para consumar
su Misterio Pascual. Por eso se leen desde muy antiguo dos evangelios en este
día. Como explica el Papa Francisco, “esta celebración tiene como un doble
sabor, dulce y amargo, es alegre y dolorosa, porque en ella celebramos la entrada
del Señor en Jerusalén, aclamado por sus discípulos como rey, al mismo tiempo
que se proclama el relato del evangelio sobre su pasión. Por eso nuestro
corazón siente ese doloroso contraste y experimenta en cierta medida lo que
Jesús sintió en su corazón en ese día.
Benedicto
XVI señala que el pasaje de la entrada triunfal “está cargado de referencias
misteriosas”.
Podemos
fijarnos en varias de ellas. Por un lado, Jesús desciende el Monte de los
Olivos desde Betfagé y Betania, por donde se esperaba la entrada del Mesías.
Con sus precisas instrucciones sobre el burro, Jesús emplea el derecho de los
reyes a pedir una montura para uso personal.
Por otro
lado, la gente alfombraba con sus mantos el paso de Jesús, como hacían los
habitantes de Jerusalén antiguamente en honor de los reyes (2Re 9,13). Y cantaban
“¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!”. Y también decían “paz en el
cielo, gloria en las alturas”, palabras que nos recuerdan el canto de los
ángeles, cuando Jesús nació en Belén (cfr. Lc 2,14), en la ciudad del rey David
y del Mesías.
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