miércoles, 29 de febrero de 2012

Via Crucis: 5ª estación


Quinta Estación

Jesús carga con su cruz

«Terminada la burla, le qui­taron la púr­pura y le pu­sieron su ropa. Y lo sa­caron para cru­ci­fi­carlo» (Mc 15, 20).
«Y, car­gando Él mismo con la cruz, salió al sitio lla­mado “de la ca­la­vera”» (Jn 19, 17).
Cruz no sólo sig­ni­fica ma­dero. Cruz es todo lo que di­fi­culta la vida. Entre las cruces, la más pro­funda y do­lo­rosa está arrai­gada en el in­te­rior del hombre. Es el pe­cado que en­du­rece el co­razón y per­vierte las re­la­ciones hu­manas. «Porque del co­razón salen pen­sa­mientos per­versos, ho­mi­cidas, adul­te­rios for­ni­ca­ciones, robos, di­fa­ma­ciones, blas­fe­mias» (Mt 15, 19). La cruz que ha car­gado Jesús sobre sus hom­bros para morir en ella, es la de todos los pe­cados de la Humanidad en­tera. También los míos. Él llevo nues­tros pe­cados en su cuerpo (1Pe 2, 24). Jesús muere para re­con­ci­liar a los hom­bres con Dios. Por eso hace a la cruz re­den­tora. Pero la cruz por sí sola, no nos salva. Nos salva el Crucificado.
Cristo hizo suyo el can­sancio, el ago­ta­miento y la des­es­pe­ranza de los que no en­cuen­tran tra­bajo, así como de los in­mi­grantes que re­ciben ofertas la­bo­rales in­dignas o in­hu­manas, que pa­decen ac­ti­tudes ra­cistas o mueren en el em­peño por con­se­guir una vida más justa y digna.

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