miércoles, 29 de febrero de 2012

Via Crucis: 10ª estación



Décima Estación

Jesús es cla­vado en la cruz

Y cuando lle­garon al lugar lla­mado «La Calavera», lo cru­ci­fi­caron allí, a Él y a los mal­he­chores, uno a la de­recha y otro a la iz­quierda (Lc 23, 33).
Habían con­du­cido a Jesús hasta el Gólgota. No iba solo, lo acom­pa­ñaban dos la­drones que tam­bién se­rían cru­ci­fi­cados. Lo cru­ci­fi­caron; y, con Él, a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús (Jn 19, 18). ¡Qué imagen tan sim­bó­lica! El Cordero que quita el pe­cado del mundo se hace pe­cado y paga por los demás. El gran pe­cado del mundo es la men­tira de Satanás, y a Jesús lo con­denan por de­clarar la Verdad: su ser Hijo de Dios. La verdad es el ar­gu­mento para jus­ti­ficar la cru­ci­fi­xión. Es im­po­sible des­cribir lo que pa­deció fí­si­ca­mente el cuerpo de Cristo col­gando de la cruz, lo que su­frió mo­ral­mente al verse des­nudo cru­ci­fi­cado entre dos mal­he­chores y sen­ti­men­tal­mente, al en­con­trarse aban­do­nado de los suyos.
Jesús en la cruz acoge el su­fri­miento de todos los que viven cla­vados a si­tua­ciones do­lo­rosas, como tantos pa­dres y ma­dres de fa­milia, y tantos jó­venes, que, por falta de tra­bajo, viven en la pre­ca­riedad, en la po­breza y la des­es­pe­ranza, sin los re­cursos ne­ce­sa­rios para sacar ade­lante a sus fa­mi­lias y llevar una vida digna.

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