jueves, 29 de febrero de 2024
martes, 27 de febrero de 2024
lunes, 26 de febrero de 2024
CURSO DE LITURGIA
Antes
de ponerse en marcha la procesión de entrada hacia el altar para comenzar la
Eucaristía, el turiferario ofrece al presidente el incensario para que imponga
el incienso (lógicamente, el turiferario es la persona encargada de llevar el
incensario).
Acto
seguido comienza la procesión de entrada por este orden: turiferario, cruz
alzada con dos portadores de ciriales a ambos lados, siguen los demás ministros
y el diácono (si lo hay), que porta el Evangeliario en alto. Si no hay diácono
puede portarlo un acólito o un lector instituido; siguen los concelebrantes,
siempre de dos en dos, y el presidente solo. Cierra la procesión el maestro de
ceremonias y los ministros del libro, mitra y báculo (si preside el obispo).
Los concelebrantes y ministros, cuando van caminando en procesión o están de
pie, deben tener ante el pecho las palmas extendidas y juntas, el pulgar de la
mano derecha sobre el pulgar de la izquierda formando una cruz.
Al
llegar al altar el turiferario se coloca a la izquierda y entrega al presidente
el incensario para la incensación del altar, la Cruz y la imagen solemnemente
expuesta. Los ciriales se colocan en un sitio dispuesto para ello. Como norma
general se debe considerar que los acólitos que lleven algo en las manos no
hacen reverencia ni genuflexión al llegar al altar. El Evangeliario se coloca
sobre el altar, cerrado. Cuando los acólitos están en el presbiterio han de
cuidar de no tener sus asientos en el mismo rango que los diáconos y los
presbíteros, no siendo correcto que se coloquen directamente al lado del
celebrante, salvo que estén sirviendo el libro. Permanecen en su sitio hasta el
Evangelio, al que sólo acude en procesión el turiferario, que ofrecerá el
incensario al diácono o concelebrante tras las palabras “Lectura del santo
Evangelio según …” para que inciense al Evangeliario y también se colocan a
ambos lados del ambón con los ciriales en alto, permaneciendo así hasta el
final del mismo.
El
acolito siempre debe esperar a que el presidente bendiga el incienso recién
añadido antes de retirarse. Mientras se proclaman las lecturas, todos deben
mirar hacia el ambón, nunca al pueblo. El turiferario puede presentar el
incensario al Presidente para que añada incienso mientras se entona el Aleluya.
El acólito nunca debe hacer esperar a los celebrantes y siempre es preferible
que esté esperando el acólito a que haga esperar a los celebrantes. Terminado
de proclamar el Evangelio todos vuelven a su lugar dejando al sacerdote solo
para la homilía. La manera más correcta de tener las manos durante los momentos
en que se está sentado, es colocadas sobre las rodillas, tanto los acólitos como
los ministros, incluido el obispo, salvo que lleve el báculo.
En
la preparación del altar uno de los acólitos lleva el cáliz y la patena con las
formas y los corporales que extiende sobre el altar. Otro lleva las vinajeras,
presentando primero la del vino con la mano derecha y retirándola con la
izquierda, procurando ofrecer el asa al sacerdote. Igual hace con la del agua.
Estas tareas también las pueden hacer otras personas que expresamente queden
encargadas de ayudar a preparar la mesa.
En el Ofertorio, para la incensación de las ofrendas se procede como se dijo anteriormente en lo referente a añadir incienso. En este momento de la Misa se inciensa por parte del Presidente las ofrendas, el altar, la Cruz y, finalmente, el acólito inciensa al Presidente y al pueblo. Se debe hacer una inclinación profunda de cabeza antes y después de incensar, ya sea a personas o imágenes.
Al llegar al Sanctus, los portadores de los ciriales se dirigen en
procesión al pie del presbiterio. Allí permanecen con los ciriales en alto
hasta que termine la Plegaria eucarística con el Amén conclusivo de la
doxología final para marchar de nuevo a sus puestos. El turiferario se sitúa de
rodillas ante el altar para incensar, con tres golpes dobles, el Pan y el Vino
consagrados en el momento de mostrarlo el Presidente a la Asamblea.
Fuente: (Cf) Curso de Liturgia. (Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
domingo, 25 de febrero de 2024
El Cristo anunciado por la Ley y los profetas, único Salvador del género humano.
Meditación de San Jerónimo sobre el Evangelio de hoy, Mc 9, 2-10
Y Pedro respondió a
Jesús: Rabbí, está bien que nos quedemos aquí. Cuando leo las Escrituras y comprendo espiritualmente
alguna enseñanza sublime, yo tampoco quiero bajar de allí, no quiero bajar a
las realidades más humildes: deseo hacer una tienda en mi corazón para Cristo,
la Ley y los profetas. Pero Jesús, que vino a salvar lo que estaba perdido, que
no vino a salvar a los santos sino a los que se portan mal, sabe que, si se
queda en la montaña, sino vuelve a descender sobre la tierra, el género humano
no será salvado.
Al momento miraron alrededor
y no vieron a nadie. Cuando leo el Evangelio y veo testimonios de la Ley y de
los profetas, solamente considero a Cristo: contemplo a Moisés y a los
profetas, pero sólo para comprender que hablaban de Cristo. Cuando al fin llego
al esplendor de Cristo y percibo de alguna manera la luz resplandeciente del
sol brillante, no puedo ver ya la luz de una linterna. ¿Si se enciende una
linterna en pleno día, puede alumbrar? Si el sol brilla, la luz de una linterna
se hace invisible: de este modo, si comparamos la Ley y los profetas ante la
presencia de Cristo, aquellos se vuelven totalmente invisibles.
SAN JERÓNIMO
sábado, 24 de febrero de 2024
EL MILAGRO DE HIROSHIMA
Hoy celebramos la memoria de los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María, "Servitas", reconocida por la Santa Sede en 1304.
El “Día de Yahveh” o “Juicio de las naciones”, como se denomina a la segunda venida de Cristo a la tierra en las Sagradas Escrituras, recordará el devastador hecho registrado en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. La Iglesia evoca desde entonces, un episodio documentado por historiadores y médicos, conocido desde entonces como “el milagro de Hiroshima”.
Sucedió el 6 de agosto de 1945, durante la fiesta de la Transfiguración de Jesús, cuando cuatro sacerdotes jesuitas alemanes sobrevivieron milagrosamente al demoledor impacto de la bomba lanzada sobre Hiroshima.
Los jesuitas Hugo Lassalle, superior de la orden en Japón, Hubert Schiffer, Wilhelm Kleinsorge y Hubert Cieslik se encontraban en el momento de la explosión en el interior de la casa parroquial de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, cuya construcción se mantuvo en pie. Uno de los sacerdotes celebraba la Eucaristía en aquel preciso instante. El padre Cieslik anotó en su “Diario” que sólo sufrieron heridas leves como consecuencia de la rotura de algunos cristales, pero ninguno de ellos por causa de la energía atómica liberada por la bomba.
Los médicos que los atendieron poco después les advirtieron, como es natural, que la exposición a la radiación les causaría lesiones graves de por vida, e incluso la muerte prematura. Pero el pronóstico jamás se cumplió. Ninguno de los cuatro jesuitas desarrolló trastorno alguno. De hecho, más de treinta años después de la escabechina, en la que perdieron la vida aquel día alrededor de 70.000 personas en Hiroshima, además de las miles de víctimas afectadas posteriormente por la radiación, cifradas en unas 200.000 hasta 1950, el padre Schiffer acudió al Congreso Eucarístico de Filadelfia (Estados Unidos) y confirmó que los cuatro jesuitas estaban aún vivos y sin ninguna dolencia.
Examinados por decenas de médicos distintos en más de doscientas ocasiones a lo largo de los años, no se encontró en sus organismos rastro alguno de la radiación. Los cuatro religiosos nunca dudaron de que habían gozado de la protección divina y de la intercesión de la Virgen: “Vivíamos el mensaje de Fátima y rezábamos juntos el Rosario todos los días”, explicaron. Y es que los milagros, por el mero hecho de serlo, jamás pueden contemplarse a la exclusiva luz de la ciencia.
Fuente: https://www.larazon.es/cultura/historia/20221127/tve2aikqfnbmzpco53csbkzqea.html (4.2.2024)
viernes, 23 de febrero de 2024
jueves, 22 de febrero de 2024
miércoles, 21 de febrero de 2024
Vídeo Campaña de Manos Unidas
El Reino de Dios
El Señor compara el Reino de Dios con una siembra al azar; no se detiene en la eficacia, no examina el terreno para ver cuál es el más productivo. El sembrador siembra a voleo y la simiente cae en todas partes. Incluso llega hasta los que están en el borde del camino; nadie está al margen para acoger la Palabra y que actúe en su vida. Podemos ver cómo el Señor derrama en todos Su gracia con mucha generosidad. Dios siembra en todos, da cada hombre las ayudas necesarias para su salvación. Él mismo es quien esparce la semilla en las almas y quien da a su tiempo el crecimiento.
Papa
Benedicto XVI
Fuente. Evangelio Diario en la Compañía de Jesús,
2024
martes, 20 de febrero de 2024
Curiosidades. Origen del diaconado
La
narración de Hechos 6, 1-6 (que sirve de presentación al martirio de san
Esteban) describe la institución inicial del oficio de diácono. Los apóstoles,
para satisfacer las quejas de los judíos helenistas de que "sus viudas
eran desatendidas en la asistencia cotidiana" (diakonia), convocaron la
asamblea de los discípulos y dijeron: "No está bien que nosotros
abandonemos la palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos,
buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y
de saber, y los pondremos al frente de esa tarea; mientras que nosotros nos
dedicamos a la oración y al ministerio de la palabra. La propuesta le pareció
bien a toda la asamblea y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu
Santo, junto con otros seis allí nombrados. Los presentaron "a los
apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos".
(…)
San
Clemente de Roma (aprox. 95 d.C.) describe la institución de los diáconos junto
a la de los obispos como hecha por los apóstoles mismos (Ep. Clem. 10,3). Además,
debemos notar que la antigua tradición limitaba a siete el número de diáconos
en Roma (Eusebio, Hist. de la Iglesia, XLIII) y que un canon del concilio de
Cesarea (325) prescribió la misma restricción para todas las ciudades, sin
importar el tamaño, ateniéndose directamente a los Hechos de los Apóstoles como
un precedente. Nos parece, por lo tanto, completamente justificada la
identificación de las funciones de los siete con las de los diáconos de quienes
oímos hablar tanto a los Padres Apostólicos en los primeros concilios.
Establecidos
principalmente para relevar a los obispos y a los presbíteros de sus deberes
más seculares y desagradables en la iglesia primitiva, también hay que recordar el gran lugar ocupado por las conmemoraciones y el deber de servir a las mesas se convirtió en el privilegio de servir al
altar.
Se convirtieron en intermediarios naturales entre el celebrante y la gente. En el templo, ellos hacían anuncios públicos, organizaban la congregación, conservaban el orden y cosas por el estilo. Fuera de eso, eran los delegados del obispo en asuntos seculares y especialmente para el servicio de los pobres. El quedarse de pie durante las asambleas públicas de la iglesia parece que indicaba su subordinación y sus deberes de servicio en general, mientas que los obispos y los presbíteros permanecían sentados. Debe notarse que, junto con esas funciones, probablemente cargaban con una gran parte de la instrucción de los catecúmenos y la preparación de los servicios del altar. Hasta en los Hechos de los Apóstoles (8,38), el sacramento del Bautismo es administrado por el diácono Felipe.
Fuente: (Cf) https://ec.aciprensa.com/wiki/Di%C3%A1conos
(11.2.2024)
lunes, 19 de febrero de 2024
CURSO DE LITURGIA
Desde
el Vaticano II los ministros ordenados son de tres grados: diaconado,
presbiterado y episcopado. Como ministerios instituidos
quedan el electorado y el acolitado, como sustitución de las antes llamadas “órdenes
menores”. La mayor novedad estriba en la creación del diaconado permanente y su
apertura a los varones casados.
Para
ser ordenado diácono se requiere ser varón, mayor de 25 años si se es soltero o
mayor de 35 años si se está casado y el consentimiento de la esposa en este
caso. Si al ser ordenado se está soltero le afecta el celibato de por vida; si
está casado y enviuda no puede volver a casarse.
Antes
de ser ordenado diácono (orden que ya pertenece al clero) hay que ejercer los
ministerios de lector y acólito y recibir la formación adecuada que en cada
diócesis se imparte, además de ser considerado idóneo y digno para recibirlo.
Los documentos exigidos los relaciona el CDC nº 1050. Hoy día, el diaconado no
tiene necesariamente que conducir al orden presbiterial, aunque todos los
presbíteros serán antes ordenados de diáconos.
En
cada diócesis hay una delegación diocesana para los ministerios y el diaconado
permanente, a cuyo cargo está un delegado. Dirigiéndose a los respectivos
palacios arzobispales, dan la información adecuada.
Diakonía
significa
servicio. El diácono es un colaborador del sacerdote y estará al lado del
presbítero ayudándole en todo lo referente al misal y al cáliz. Le corresponde
proclamar el Evangelio como cosa propia y la oración de los fieles, las
moniciones dirigidas al pueblo y reparte la comunión. Si no hay otros
ministros, hace lo de los demás. También da la bendición con el Santísimo.
Su
vestidura propia es la dalmática y llevan la estola cruzada del hombro
izquierdo a la cintura.
Fuente: (Cf) Curso de Liturgia.
(Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant
domingo, 18 de febrero de 2024
viernes, 16 de febrero de 2024
jueves, 15 de febrero de 2024
Los sacramentales
Los sacramentales son signos sagrados, muchas veces con materia y forma, por medio de los cuales se reciben efectos espirituales y que son actos públicos de culto y santificación. Pueden ser “cosas” o “acciones”, por la intercesión de la Iglesia (Cfr. CIC. no.1166).
Ellos fueron instituidos por la Iglesia, a diferencia de los sacramentos, que
fueron instituidos por Cristo. Tienen ciertas semejanzas con los sacramentos.
Son signos de la oración de la Iglesia y nos disponen para recibir la gracia.
Ejemplos de símbolos materiales sacramentales y que actúan ex opere
operantis (obran en razón de la Iglesia):
- El agua bendita, la más importante
- Objetos religiosos benditos (cruces, medallas,
rosarios ……)
Ejemplos de “acciones” sacramentales:
- La bendición, la más importante, porque se
implora la protección de Dios.
- La señal de la Cruz.
Cuando utilizamos o recibimos los sacramentales, lo que estamos haciendo es acogernos a la misericordia de Dios y poniéndonos bajo su protección. Debemos de tratarlos con mucho respeto y estar conscientes de lo que significan.
Autor: Padre Lucas Prados
Fuente: Catholic.net (https://es.catholic.net/op/articulos/6714/cat/372/los-sacramentales.html#modal , 11.02.2024)
miércoles, 14 de febrero de 2024
MIERCOLES DE CENIZA. COMIENZA LA CUARESMA
10 datos sobre el Miércoles de Ceniza
Fuente: Institució Familiar d'Educació. Tarragona
A pocas fechas
del inicio de la Cuaresma, compartimos algunos datos claves para comprender la
importancia del Miércoles de Ceniza y así vivir adecuadamente este tiempo
litúrgico de preparación para la Pascua.
1. Miércoles de Ceniza: El primer
día de Cuaresma
Con el
Miércoles de Ceniza, que este año 2024 se celebra hoy, 14 de febrero, inician
los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a
prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Cristo, en la Semana Santa.
2. La imposición de cenizas surgió
en los primeros siglos del cristianismo
La tradición
de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva. En aquel entonces las
personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad
con un "hábito penitencial" para recibir el Jueves Santo el
Sacramento de la Reconciliación.
La Cuaresma
adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos durante casi 400 años
y, a partir del siglo XI, la Iglesia en Roma impone las cenizas al inicio de
este tiempo. Es uno de los sacramentales de la Iglesia
3. La ceniza recuerda la necesidad
de la misericordia de Dios
La ceniza es un símbolo. Su función
está descrita en el artículo 125 del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia,
documento publicado por el Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de
los Sacramentos:
"El comienzo de los cuarenta
días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de
las cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los
antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la
penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de
reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la
misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo
ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado
está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles,
que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado
interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la
renovación pascual".
4. Las cenizas tienen más de un
significado
La palabra ceniza, que proviene del
latín cinis, representa el producto de la combustión de algo por el
fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad,
pero también de humildad y penitencia.
Final del formulario
La ceniza,
como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: "Dios
formó al hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta que vuelvas
a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).
5. Las cenizas se hacen con las
palmas del Domingo de Ramos
El Miércoles
de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano donde se indica que,
para la ceremonia, se utilizan los restos quemados de las palmas bendecidas el
Domingo de Ramos del año anterior. Estas son rociadas con agua bendita y luego
aromatizadas con incienso.
6. Las cenizas se imponen en la
frente al término de la homilía
Este acto
tiene lugar en la Misa, al término de la homilía, y está permitido que los
laicos ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente, haciendo
con ellas la señal de la cruz, mientras el ministro pronuncia las frases:
“Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás”, o “Conviértete y cree en
el Evangelio”.
Luego, quien
recibe las cenizas debe retirarse en silencio meditando la frase pronunciada.
7. Las cenizas también pueden
imponerse sin Misa
Cuando no hay
sacerdote, la imposición de cenizas puede realizarse sin Misa, de forma
extraordinaria. Sin embargo, es recomendable que al acto preceda una liturgia
de la palabra.
Es importante
recordar que, como todo sacramental, las cenizas sólo pueden ser bendecidas por
un sacerdote o diácono.
8. Las cenizas pueden ser recibidas
por no católicos
Puede recibir
este sacramental cualquier persona, inclusive no católica. Como especifica el
Catecismo (1670 y siguientes) los sacramentales no confieren la gracia del
Espíritu Santo como sí lo hacen los sacramentos, pero por la oración de la
Iglesia estos “preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella”.
9. No es obligatorio recibir las
cenizas
El Miércoles
de Ceniza no es día de precepto y, por lo tanto, la imposición de la ceniza no
es obligatoria. No obstante, siempre es recomendable participar en la Misa.
10. En Miércoles de Ceniza es
obligatorio el ayuno y la abstinencia
En el
Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y la abstinencia —como en el
Viernes Santo—, para los mayores de 18 años y menores de 60. Fuera de esos
límites es opcional. Ese día los fieles pueden consumir una comida
"fuerte".
La abstinencia
de comer carne es obligatoria desde los 14 años. Todos los viernes de Cuaresma
también son de abstinencia obligatoria. Los demás viernes del año también,
aunque según el país puede sustituirse por otro tipo de mortificación u
ofrecimiento como el rezo del Rosario.
Autor: Diego López Marina.
Fuente: https://www.aciprensa.com/noticias/58743/10-datos-que-debes-conocer-sobre-el-miercoles-de-ceniza
(11.2.2024)
martes, 13 de febrero de 2024
Mañana comienza la Cuaresma
Mañana, Miércoles de Ceniza, comienza la Cuaresma.
Antiguamente,
había la costumbre de leer un libro sobre la Vida de Cristo durante la Cuaresma;
no sólo es una práctica piadosa sino también, una formación estupenda.
Un
libro muy recomendable para retomar este año esta buena tradición es el escrito
por el padre D. Remigio Vilariño Ugarte (SJ) titulado “Vida de Nuestro Señor Jesús”
y publicado por Edibesa (también puede encontrarse con
facilidad de segunda mano). Su lectura es asequible y es una excelente introducción
a los Evangelios.
lunes, 12 de febrero de 2024
CURSO DE LITURGIA
19. VESTIDURAS SAGRADAS (II)
Mitra del Cardenal Cisneros. Finales del siglo XV, principios del XVI.v MITRA.
Gorro que usan los obispos y abades desde el siglo X. Está formado por dos
trozos de tela acartonada cosidos o pegados por los costados y abierto en la
parte superior con doble pico. Símbolo del poder y servicio espiritual.
v ÍNFULAS.
Cintas que cuelgan detrás de la mitra. Significan que el ministro debe poseer
la ciencia del Antiguo y del Nuevo Testamento.
v ANILLO. Del latín “anellus”, anillo. Insignia propia de los obispos. Simboliza su desposorio con la Iglesia local o diócesis. También pueden usarlo algunos abades y abadesas. El anillo que se impone al obispo significa que contrae sagradas nupcias con la Iglesia. el anillo recuerda también la necesidad de ser sólido “eslabón” en la cadena de sucesión que le une a los Apóstoles.
v SOLIDEO.
Del latín “solus”, solo, y “Deo”, a Dios. Gorro de tela en forma de casquillo
que usan los obispos, cubre la coronilla y se descubre ante el Santísimo, en la
Consagración y en la Adoración de la Cruz del viernes Santo. Si son obispos, el
color del solideo es violeta; si son cardenales, es rojo, y el Papa lo usa de
color blanco. Simboliza la protección de Dios y la dedicación a Dios.
v PECTORAL. Del latín “pectus”, pecho. Es cruz de metal, madera, marfil que llevan los obispos sobre el pecho, como insignia de su cargo y dignidad. En la celebración de la Misa pueden llevarla sobre la casulla. El día de la ordenación episcopal toman y aceptan sobre sus espaldas, de un modo más comprometido, la cruz de Cristo, que no faltará en su ministerio episcopal.
v CAPELO.
Sombrero muy aparatoso con borlas rojas utilizado por los cardenales.
Vestiduras
del Papa:
v TIARA. Desde el siglo VIII hasta el XX, la tiara papal fue una triple corona usada por los papas. Su uso era obligatorio en las ceremonias solemnes y representaba el poder del Papa de Roma. El 13 de noviembre de 1964 fue abandonado a partir del Pontificado de Pablo VI, quien la donó a los pobres en una ceremonia en la basílica de San Pedro, convirtiéndolo en el último Papa en llevar la corona ceremonial.
La tiara es un alto tocado que termina en forma de cono, plateado, al cual se aplicaban en la época de Bonifacio VIII dos coronas y desde 1314 en adelante, tres coronas, en cuya cima hay un pequeño globo con una cruz de oro. Las tres coronas que forman el tocado representan a la Iglesia militante, la que sufre y la triunfante. También, podemos decir que simbolizan “el triple poder del Papa, padre de los reyes, rector del mundo, Vicario de Cristo”, ya que según el pontifical romano de 1596 señalaba al Papa como “padre dei principi e dei re, rettore del mondo, vicario in terra di Cristo”.
Vestiduras de los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión:
v TÚNICA o TOGA. Vestidura sagrada que deben colocarse los ministros para repartir la Comunión. Indica respeto y la veneración con que hay que repartir la Sagrada Comunión.
Otras vestiduras sagradas son:
v CAPA
PLUVIAL.
v HUMERAL
o paño de hombros; especie de rebozo que se pone en la espalda para portar el
Santísimo sin tocarlo con la mano.
v PALIO
EPISCOPAL. Especie de estola de color blanca salpicada de cruces usado por los
arzobispos a modo de escapulario.
En
definitiva, las vestiduras sagradas tienen una función pedagógica: distinguen a
las diversas categorías de ministros identificándolos; contribuyen al decoro y
a la estética de la celebración y con los colores litúrgicos ayudan a entender
el misterio que celebramos.
Con respecto a los colores de las vestiduras (sotana) de los clérigos: el blanco es el color propio del Papa, el rojo de los Cardenales, el morado para los Obispos y el negro para los Presbíteros. Las estolas van a juego con el color litúrgico del día. Para administrar el sacramento de la reconciliación se debe usar estola morada (penitencial).
Fuente:
(Cf) Curso de Liturgia. (Cf) Pedro Sergio Antonio Donoso Beant